Este lunes, Pablo Motos se emocionaba al dar la bienvenida al público en El Hormiguero después de más de tres meses en los que el programa ha contado con invitados únicamente de manera virtual y sin presencia de personas en el plató. Si este emotivo regreso del público coincidía con la visita del cantante Omar Montes, un día después otro artista musical acudía a divertirse en directo. Una voz mítica que conquistó a propios y extraños con dulces baladas y románticas letras: Jeanette.
Han pasado décadas desde que la cantante emocionara al mundo con su manera de interpretar temas como Soy rebelde o Por qué te vas. Su visita al plató estaba prevista para el pasado mes de marzo, pero la situación provocó que se pospusiera hasta ahora. Muy divertida, Jeanette conquistaba enseguida a Pablo Motos, a sus colaboradores, al público y a la audiencia con sus ocurrencias y su rebeldía. No tenía reparos incluso en atreverse a entonar algunas estrofas de su canción más conocida en directo.
Después de recordar sus orígenes internacionales -su madre era tinerfeña, su hija nació en Viena, ella se crio en Los Ángeles, su padre era del Congo belga, su marido es húngaro y entre sus abuelos se encuentra uno de Malta y otro de Escocia- la cantante aseguraba que cuando llegó a nuestro país, con solo 12 años, no hablaba apenas español. "Decía un, dos, tres, buenos días, buenas tardes y buenas noches", explicaba la artista de 68 años que fue, por cierto, una de las primeras karatecas.
"Había vivido en un chalet grande con jardín en Los Ángeles y entonces nos vamos a un piso. Salgo a la calle y los coches eran Seat 600. Pero lo que no olvidaré nunca es que, una vez en Barcelona, vi un burro en la calle. Y pensé 'qué hace aquí esto'. Para mí era un horror. Todas las calles me parecían iguales, así que me perdí. No sabía dónde estaba. Me perdí con mi hermana pequeña, que tenía dos años. No sabía volver a casa y no hablaba español. Paraba a la gente y decía dos, tres, cuatro, calle Roselló... Estuve seis horas en la calle perdida", confesaba antes de reconocer que, poco a poco, se fue acostumbrando a aquella vida.