Fueron 17 los concursantes que arrancaron la presente edición de Supervivientes 2020. Hoy solo cuatro de ellos siguen teniendo opciones de llevarse el ansiado maletín. Jorge Pérez, Hugo Sierra, Ana María Aldón y Rocío Flores están viviendo un final de aventura un tanto particular, guardando la cuarentena en un complejo hotelero en Madrid, donde, pese a no tener contacto con el exterior, han podido verse unos minutos con algunos de sus seres queridos. Precisamente en el reencuentro entre Rocío Flores y Ana María Aldón con Gloria Camila, la hija de Ortega Cano confesaba a su sobrina lo orgullosa que se sentía por el concurso que había realizado. "Yo ya sabía que Ana María tenía mucha fuerza mental pero tú, Rocío, que decías que te ibas a ir la primera semana y mira. Todos lo pensábamos, y has superado las expectativas", le aseguraba.
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Ni siquiera la benjamina de la edición pensaba que llegaría tan lejos: "He superado mi propia mente". Y así lo han podido comprobar todos los telespectadores desde sus casas. No han sido tres meses sencillos para la hija de Antonio David Flores, que ha tenido que afrontar en la isla desafíos tanto físicos como emocionales. También, superar la convivencia con Yiya, con quien ha protagonizado duros desencuentros, que llegaron a acabar con el abandono de Rocío en una de las galas y provocaron la nominación directa de la participante de Un príncipe para tres princesas.
Este ha sido uno de los capítulos más complicados de su concurso, que además la alejó de uno de sus grandes apoyos, Ana María Aldón. En el desarrollo de la convivencia, han sido varias las ocasiones en las que la nieta de Rocío Jurado ha reprochado a la diseñadora su falta de apoyo y defensa, cuando otros compañeros la han atacado abiertamente. Un golpe emocional que tampoco le ha puesto las cosas fáciles. Como tampoco la distancia que tomó con José Antonio Avilés, otro de sus grandes aliados en la aventura, con quien protagonizó una sonada ruptura.
Pero sin duda el gran reto de Rocío Flores ha sido enfrentarse a sus miedos, la distancia con sus seres queridos y la ausencia de su madre, algo que ha sido recurrente a lo largo de los tres meses en Los Cayos Cochinos. Se la ha podido ver absolutamente rota, compartiendo su deseo de retomar el contacto con Rocío Carrasco, con quien espera poder volver a reencontrarse en privado para reconstruir su relación. Las duras condiciones a las que ha estado expuesta, como el resto de sus compañeros, han favorecido la aparición de una Rocío que incluso ha ido dejando atrás los temores relacionados con su físico. Durante las primeras semanas no se quitaba la camiseta pero poco a poco ha ido cogiendo seguridad en ese aspecto. Lo ha pasado especialmente mal por la escasez de comida pero cuando se ha enfrentado al espejo y comprobado que había adelgazado más de 15 kilos, ha olvidado el hambre y se ha mostrado feliz con el cambio, que para ella es también un importante desafío.