En el año 1948, poco tiempo después de dirigir Fort Apache tras regresar a casa de la Segunda Guerra Mundial, John Ford rodó la quinta versión de una historia muy peculiar. Se llamó Los tres padrinos, y contaba las peripecias de unos forajidos —con John Wayne a la cabeza— que en plena huida de la ley se topan con una mujer embarazada, a punto de dar a luz. Los ladrones le asisten en el parto y ella, poco antes de morir, les confía la tutela de la criatura. Decimos que se trata de la quinta versión porque el relato de 1913 que da origen a la trama, firmado por Peter B. Kyne, fue llevado a la gran pantalla al menos tres veces durante la era del cine mudo —una de ellas firmada por el propio Ford— y otras dos en la del cine sonoro, incluyendo la última del maestro de Maine, que quiso rodarla en Technicolor y dedicarla a la memoria de su amigo Harry Carey.
La idea de un bebé perdido en el desierto, bajo la tutela de un grupo de pistoleros que esquivan balas, tiene por tanto más de un siglo. Y funciona. Sigue funcionando como el primer día. Es, de hecho, la idea motriz de The Mandalorian, la serie del universo Star Wars que hace las delicias de los fans de la saga galáctica.
-Todo lo que tienes que saber sobre 'The Mandalorian'
-Giancarlo Esposito, el villano de 'The Mandalorian', habla sobre la segunda temporada
Es el relato de un mercenario, de un asesino a sueldo que puede ser contratado para cumplir misiones o para lograr objetivos, y que en una de sus misiones se topa con un encargo muy especial: localizar y custodiar a un bebé de una raza extraña (extraña para él, porque los espectadores bautizaron enseguida a la criatura como Baby Yoda). Y sin embargo, en lugar de entregar al niño a quien le encarga la misión, “el mandaloriano” decide cuidarlo y averiguar dónde vive su especie.
The Mandalorian es, por tanto, un western galáctico —arropado por la banda sonora de Ludwig Göransson, verdadero padrino de la producción— que juega con todas las cartas del género. El forajido al que interpreta Pedro Pascal atraviesa parajes inhóspitos para lograr sus objetivos; los amigos y los enemigos se confunden entre nubes de balas, que en este caso son disparos de pistolas láser; hay, en suma, villanos malvados y nativos hostiles en casa rincón de la galaxia; y al final de la primera temporada, sin intención de hacer spoilers graves, El Mandaloriano parte en busca de una frontera lejana, una suerte de oeste americano que le provea de tranquilidad y prosperidad.
Todo esto bajo la batuta de un segundo padrino muy especial. Se llama Dave Filoni, procede del territorio de la animación, se fajó en el universo Star Wars con The Clone Wars y ha dirigido los dos primeros episodios de The Mandalorian, imprimiendo el tono crepuscular de la serie.
Y un hallazgo para terminar. La serie se presenta ante los espectadores casi como una novelita por entregas, en la que cada capítulo —que mantiene los mimbres de la trama principal— puede ser entendido por separado. Cada episodio ofrece pequeñas aventuras que concluyen con el metraje, y aporta una galería de personajes icónicos que van y vienen. Todos ellos quedan reflejados en unas láminas animadas que acompañan a los créditos de la serie… y que solo contribuyen a elevar su belleza. Por tanto solo podemos recomendar vivamente The Mandalorian, que se puede encontrar en la plataforma Disney+ -otro padrino en sí mismo-, tanto para fanáticos de La guerra de las galaxias como para amantes del western. Es un placer que se puede dosificar, y quizá esos placeres sean los mejores.