Estuvo arropado por el cariño y el amor que merecía, el más puro y sincero. A Álex Lequio nunca le faltaron fuerzas para enfrentarse a los obstáculos que encontró. Afrontando cada una de las piedras de este complicado camino estuvieron sus padres, Ana Obregón y Alessandro Lequio, sus mejores amigos, que no se separaron de su lado desde que comenzó su tratamiento en Nueva York en 2018. Su familia, lo más importante en su vida, sus amigos y su pareja estuvieron junto a él en cada etapa, contagiándose de su fuerza, su entereza y su optimismo, encarando un diagnóstico en el que Álex siempre fue un ejemplo de valor con mayúsculas.
De su mano, su novia Carolina, que dirige un hotel y con la que mantenía una relación desde hace un año. Ella fue una de sus mayores alegrías. No se apartó de él (en Barcelona rindió homenaje a los sanitarios junto a Ana Obregón), plantando cara a una enfermedad que Álex no dejó que cambiara sus sueños. Un amor incondicional, que ampliaba la natural sonrisa del que fue un emprendedor nato y era un intenso rayo de luz aun en los días que parecían sombríos. Juntos se “perdieron” en escapadas a esos rincones solo para los dos, celebraron el cumpleaños de Carolina entre amigos y adoptaron a Boby Puchum, divertido nombre que escogieron para su mascota, protagonista de muchas de las imágenes que compartía Álex. Una pequeña pincelada de incontables recuerdos que, igual que su sonrisa, permanecerán en la memoria.
Nunca una queja
Jamás salió de boca de Álex una sola queja en dos años, un comportamiento encomiable y digno de admiración, como repitió su madre muchas veces, y que se reflejó siempre en sus palabras y su manera de afrontar las cosas. “Veo lo mío como un contratiempo. Nada más. Es una cuestión de actitud” aseguró. No dejaba que nada le frenara y por eso se entregó al amor, amando sin reservas a los suyos. “La cercanía que tenemos mi madre y yo, yo y mi padre y los tres juntos es tan fuerte que somos los mejores amigos”, contó en ¡HOLA!
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Todo lo que hacía Álex estaba teñido por esa pasión que demostraba, por esas ganas de exprimir las posibilidades que se le presentaban, sin importar las circunstancias en las que se encontrara. “¡Es que yo siempre estoy arriba! Yo siempre estoy feliz” aseguró en ¡HOLA!. Sencillas palabras con tanto sentido. Es así como le recordarán seguro los que le querían pues, pese al dolor que invade el corazón al hacerlo, es difícil imaginarle de otra manera.