Carrie Mathison lleva ocho temporadas tratando de proteger la seguridad nacional de los Estados Unidos. Fue en el 2011 cuando Claire Dane, conocida por papeles como Romeo y Julieta, se puso al frente de una trama de espionaje llamado Homeland, que venía a ocupar huecos de series consolidadas como el 24 de Jack Bauer (Kiefer Sutherland). La fórmula de esta ficción que emite Fox en España quitaba espectacularidad al argumento, pero mayor tensión y aspecto realista. Su octava temporada ya ha llegado a su fin en EEUU, mientras que llegará dentro de aproximadamente dos semanas (cada sábado en la cadena) a los televisores españoles, diciendo adiós a personajes como la propia Carrie o Saul Berenson, interpretado por el siempre magistral Mandy Patinkin. El actor de la conocidísima escena de La princesa prometida "mi nombre es Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate para morir" ha sido un fijo en toda la serie, como jefe y mentor de la protagonista.
Esta complicada relación parecida a la de un padre y una hija volverá a estar puesta a prueba, como ha sucedido a lo largo de todo Homeland. La mayor clave de la ficción durante estos años ha sido su triunfo a la hora de renovarse o morir. La trama comienza con el rescate de Nicholas Brody (Damien Lewis), un marine hecho prisionero de guerra durante los últimos ocho años por Al Qaeda. Este es recibido con todos los honores, siendo una pieza política de sumo interés, y un héroe público para la sociedad. Para todos menos para Carrie Mathison, una analista, espía sobre terreno, que recibió la información de que existía un agente "convertido". Sus sospechas señalan a Brody, con el que mantendrá una tensa relación de espionaje, que acaba por convertirse en sentimental.
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En el peor momento de la serie, con la trama inicial empezando a estar demasiado estirada para amasarla, Homeland supo que tocaba reinventarse o morir. Un cambio del que solo se salvaron algunos de los personajes principales, encabezados por Claire Dane, donde cada temporada contaría una historia diferente y, en la mayoría de los casos, ambientada en distintos lugares. Desde la central de la CIA en Islamabad, capital de Pakistán, al propio Berlín pasando por Nueva York, siempre con Carrie Mathison y su infalible olfato como analista. Una de las claves es su diseño de personajes, donde todos son grises y vulnerables, cometen errores en un juego de espías que pone en riesgo a naciones enteras. Los problemas de salud de la protagonista, que padece bipolaridad crónica, es otro enemigo con el que lidiará temporada tras temporada.
Ataques terroristas sobre la población, conspiraciones para derrocar gobiernos, asesinatos selectivos para desestabilizar naciones, lavados de cerebro sobre soldados para convertirlos en agentes dobles... Todo se puede ver a lo largo de las ocho temporadas de Homeland. La serie no es un antología como American Horror Story, sino un cúmulo de historias con el denominador común de Carrie y Saul tratando de hacer el bien, de proteger a su país, aunque a veces ambos pretextos choquen entre sí. A pesar de sus bajones, especialmente en el final de la primera historia, la ficción será recordada como una de las que mejor retrataron la lucha antiterrorista y el espionaje.