Michael Robinson ha muerto a los 61 años a causa del cáncer que le fue diagnosticado a finales de 2018. El que fuera jugador del Liverpool y del Osasuna nos ha dicho adiós arropado por el cariño de su mujer, Chris, y sus dos hijos, Liam y Aimee. Ellos han sido su máximo apoyo durante la enfermedad y los encargados de anunciar la triste noticia de su fallecimiento. "No tengo miedo a la muerte, lo que sí me produce una gran tristeza es tener que despedirme de mi mujer o de mi familia antes de que se termine el partido o antes de que me haya cansado de vivir", confesó el exfutbolista y comentarista deportivo el pasado mes de octubre en el programa de Susanna Griso. Recientemente decía en la revista La vida en rosa, que “al saber que tenía cáncer, ver a mi nieta con sus 14 meses pensando que quizá no estaré para verla crecer, fue terrible”.
Robinson y su mujer Chris se conocieron en el colegio y fue amor a primera vista, según contó el inglés en una entrevista concedida a El Mundo en 2005. "Ha sido mi amante, mi compañera, mi amiga y mi directora", dijo muy orgulloso. El matrimonio tuvo dos hijos, Liam y Aimee, para los que la palabra "casa" se encuentra en España, aunque el primero haya estudiado en Escocia e Inglaterra, y la pequeña en Londres. El exfutbolista adoraba a su familia, de ahí las preciosas palabras que les dedicó en su libro de memorias, Es lo que hay... Mis treinta años en España. "A Chris, Liam y Aimee, con quienes comparto mi vida. Y a los que tienen el mando a distancia y me permiten invadir su salón de estar", escribió.
Liam, que nació en Liverpool en 1986, ha heredado la pasión de su padre por el deporte. Comenzó a jugar al rugby en La Moraleja a los seis años, pero actualmente formaba parte de Robinson Productions, la productora audiovisual que capitaneaba el exfutbolista. El joven está casado y en septiembre de 2017 hizo abuelo por primera vez a su padre con la llegada de la pequeña Gabriela.
Aimee, por su parte, nació en Inglaterra en 1992. Ha estudiado Publicidad y es profesora de yoga. Tiene pareja y recientemente contaba cómo había afrontado su padre la enfermedad. "Eres un héroe para muchos y verte reír cada día ha sido totalmente inspirador. Tienes el poder de dar color a los momentos más oscuros", aseguró tras disfrutar de unas inolvidables vacaciones familiares en Mallorca.
Para Robinson, que aterrizó en nuestro país en 1987, su familia era lo más importante, por eso nunca pudo perdonar a su antiguo equipo, el Osasuna, lo ocurrido con su hijo Liam en el año 1992. En aquella época, el de Leicester trabajaba ya como comentarista deportivo en Canal + y preguntó al club si el pequeño podía saltar al campo con el capitán y su camiseta roja. La respuesta fue un sí rotundo, pero "cuando el niño estaba en el túnel para salir de la mano de Iñaki Ibáñez, el delegado les separó e impidió a mi hijo saltar", contó en el Chester, de Risto Mejide. "Yo no sé qué diablos hice tan mal para que me tengan tanta manía, para inclusive hacerle eso a mi hijo...A mí pueden machacarme, pueden dejarme cojo, pero hacer eso a un niño de siete años...No he sido capaz de perdonárselo”, añadió.
Michael Robinson, el eterno acento del deporte
El comentarista deportivo también mostró una gran preocupación cuando su hija Aimee fue testigo de los atentados de Londres de junio de 2017. "El sábado por la noche mi hija me mandó un mensaje... en ese momento mi mujer y yo estábamos ya en la cama y no fuimos conscientes de lo que nos estaba mandando... Menos mal", relató en La Ventana, de la Cadena Ser. En él la joven explicaba que había "un hombre enloquecido, gritando, disparando y con una navaja", y que tenía "miedo". Horas más tarde, y ya más calmada, volvió a ponerse en contacto con sus padres. "Cuando os levantéis os encontréis las noticias, pero ya estoy bien", les dijo. "Si hubiese leído el mensaje en ese momento no sé cómo habría reaccionado", reconoció Robinson.
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Al exfutbolista le encantaba el arte, de hecho, cuando dejó el fútbol quiso estudiar Historia del Arte, pero la televisión se puso en su camino. Su pintor preferido era Velázquez y la película que más le gustaba era Memorias de África. Aunque residía en Madrid con su familia, Cádiz era su lugar favorito en el mundo porque "tiene duende", señaló a la publicación Jot Down. De hecho, era llamado cariñosamente como el "británico gaditano" y fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad el año pasado.