La cuarta temporada de Better Things empieza callada, oyendo la lluvia caer en Los Ángeles. La cámara recorre la casa de la protagonista y nos muestra las paredes llenas de cuadros, las cortinas echadas, las mascotas y sus dueñas tiradas en las camas deshechas, alumbradas en la penumbra por las lámparas en las mesillas de noche. Un televisor está encendido pero nadie lo está viendo; una espectadora duerme en el sofá, bajo una manta. Es la hora de la siesta y nada se mueve en la casa, aletargada por el sonido de las gotas en el exterior.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Durante casi cuatro minutos, la inclasificable serie co-creada, producida, dirigida, escrita y protagonizada por Pamela Adlon, que no es comedia ni drama, se permite hacer lo que la televisión se tiene prohibido: estar en silencio. Nunca antes una serie había transmitido de forma tan vívida y envolvente un estado de ánimo, el del domingo lluvioso por la tarde, nostálgico y tristón pero placentero. Esa es la especialidad de Better Things: envolverte, abrazarte, transportarte a un lugar familiar, acogedor y sanador, como un buen plato de cuchara.
La cocina es precisamente el epicentro emocional de la serie, el lugar donde los personajes se confiesan sus sentimientos o simplemente se relajan preparando espaguetis con carbonara o un improvisado helado con caramelos, chocolate y aguamiel. La cocina es, también en la vida real, el lugar donde la actriz, que hasta ahora se había forjado una carrera doblando dibujos animados e interpretando pequeños papeles secundarios en series como Californication y Louie, se refugia cuando le desborda la ansiedad. Sus platos son lo que mantiene unida a su familia, compuesta, en la realidad y en la autoficción, de tres hijas adolescentes y una abuela británica muy excéntrica. En esta serie, como en tantas familias, los hombres son un cero a la izquierda: el padre de Pamela Adlon era un escritor con ínfulas que obligó a su mujer a combinar hasta tres trabajos para mantener a la familia; el exmarido no participa de la manutención de las niñas.
-¿Encerrado en casa? Series nuevas y viejas para afrontar el coronavirus
-Ya está aquí tu agenda 'seriéfila' al completo
Tanto en su vida como en el plató, Adlon atiende a todos los detalles como una malabarista de circo, sacando todo adelante como han hecho las madres toda la vida. Allá donde va recuerda a todo el mundo que beba agua y se lave las manos. En uno de los episodios la grabaron cocinando una lasaña de principio a fin, y a veces da clases de cocina al equipo en los descansos del rodaje. Cuando le preguntan cómo lo hace, responde: "I’m the mama”, y cuido de todo el mundo". Quizá eso es lo que hace a Better Things única. Pamela Adlon ha volcado todo lo que sabe, y lo que no sabe, en esta serie. Ha criado ella sola a tres niñas, pero es madre de cuatro criaturas.
En esta temporada, disponible junto con las anteriores en HBO, llueve mucho en Los Ángeles. La idea le vino a Adlon después de una temporada de incendios especialmente dura en la ciudad. Con su pequeña obra ha querido reconfortar, calmar, cuidar a su ciudad. Como una buena madre.