Aunque lleva desterrada varias semanas en Playa Desvalida, Ana María Aldón está mostrando que sí está preparada para vivir la experiencia de Supervivientes 2020. El hecho de haber pescado por primera vez hace unos días no ha hecho más que reafirmar sus ganas de seguir en el concurso, aprendiendo cada día algo más sobre convivencia y superación. Ha querido concursar sin tener experiencia previa en este tipo de situaciones adversas y eso no ha sido una traba para ella, que no ha dudado en meterse en el agua para conseguir alimento para todos sus compañeros, una disposición que ha terminado por jugarle una mala pasada en su última incursión en el mar con el kit de pesca.
Tras conseguir pescar de nuevo, la mujer de José Ortega Cano vivió un desagradable imprevisto al perder un punto de apoyo con el que sentirse segura dentro del agua. En ese momento el pánico se apropió de ella. "¡Que me ahogo!", gritaba mirando a la playa. Desde allí, Antonio Pavón y Yiya contemplaban la escena. Mientras que su gran amigo no podía dejar de reir ante la escena, creyendo que todo era una broma, su compañera se percataba de que algo no iba bien. "¿Se estará ahogando?", preguntaba. Tan solo Hugo e Ivana supieron reaccionar a tiempo a la llamada de la diseñadora de moda, que intentaba mantenerse a flote sin soltar el pescado conseguido. "No había una roca al lado que me pudiera ayudar", decía sollozando.
El superviviente uruguayo no tardó en llegar hasta ella nadando mientras le intentaba calmar. Al verse 'rescatada' por la pareja de robinsones y algo más tranquila, la concursante bromeó con ellos: "Yo me ahogaba, pero el pescado no lo soltaba", explicaba riendo. Ivana le ayudaba a meter la pesca en una camiseta a modo de bolsa sonriendo también ante la ocurrencia de su compañera. Ya en tierra firme y después de recibir el abrazo de consuelo de Pavón, la superviviente del día contó lo ocurrido con su habitual sentido del humor: "Ortega Cano casi se queda viudo".
Pero Ana María Aldón tenía mucho que demostrar y la prueba de recompensa fue el mejor escenario para ello. Las tres habitantes de Playa Desvalida tenían que luchar, desde dentro de un enorme círculo dibujado en la arena, por alcanzar un objeto que sería su salvoconducto para llegar al premio: un desayuno a base de café y tostadas con mantequilla y mermelada. La terna de concursantes tenía que usar la fuerza física unidos por una misma cuerda a través de un arnés a la espalda. Los gritos de dolor de Ana María fueron una constante durante los más de 3 minutos de tiempo durante los que transcurrió la actividad, de la que se proclamó ganadora.