Hace treinta años, el 16 de marzo de 1990, Enrique Ponce tomó la alternativa como torero. En su tierra, Valencia, en Fallas, tendría que haberse celebrado este aniversario con una gran fiesta, pero las medidas de protección contra el coronavirus lo han impedido. Enrique, Paloma y sus dos hijas, Paloma y Bianca, se marcharon a “Cetrina”, su finca en Jaén, en cuanto cerraron los colegios. Desde allí, donde pasa estos días junto a su mujer y sus hijas, el diestro hace balance de su año más difícil en las páginas de la revista ¡HOLA! de esta semana, que está a la venta ya en tu quiosco habitual.
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No ha podido celebrar sus treinta años como torero, por la cancelación de las Fallas, ha necesitado rehabilitación por su grave lesión de rodilla y vivió una situación angustiosa cuando un toro estuvo a punto de matar a su banderillero y gran amigo Mariano de la Viña. “Soy una persona muy positiva y me quedo siempre con lo bueno. Yo lo negativo siempre lo aparto de mi mente lo antes posible y trato de aprender de ello" explica.
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El diestro cuenta además cómo están afrontando esta etapa de confinamiento debido al coronavirus y habla sobre cómo se encuentra de la lesión de rodilla que sufrió hace un año. “Es verdad que el año empezó duro con esa lesión de rodilla tan grave, que incluso puso en riesgo que volviera a andar sin secuelas”. Las palabras del torero las encontrarás en el nuevo número de la revista ¡HOLA! de esta semana está a la venta ya en tu quiosco habitual.