En una de las escenas de Cinema Paradiso (1988), una multitud enfurecida se agolpa a las puertas del cine exigiendo su dosis de fotogramas. Primero dirigen su enfado hacia el dueño del local y después hacia el proyeccionista Alfredo, que acaba mostrando la película en la fachada de una de las casas que dan a la plaza del pueblo. Algo parecido ha ocurrido en esta comunidad de vecinos, en la que un hombre utilizó el edificio de enfrente como pantalla para proyectar algunos vídeos de Pablo Alborán. Armado con unos potentes altavoces, la música resonaba por toda la calle. En este caso, ningún vecino fue abroncado por salir a su balcón e interrumpir la proyección, como sí ocurrió en el film. En su lugar, el gesto lo han agradecido a través de las redes sociales, donde se ha descubierto al artífice de la original idea.