La mañana de este 14 de marzo fallecía Beatriz von Hardenberg en Marbella a causa de un paro cardiaco producido como consecuencia de una enfermedad que padecía desde hace años. Poco después de conocerse la noticia, su yerno, Julián Porras-Figueroa, ha querido recordarla públicamente mediante un bonito homenaje en el que queda patente el cariño y la admiración que siempre ha sentido hacia la madre de su mujer, Olivia de Borbón. El empresario ha escrito para su suegra una emotiva carta que reproducimos íntegramente a continuación:
"Pocas personas en mi vida me han impresionado tantísimo, inigualable y sorpréndete, mi suegra Beatrice, como le gustaba que la llamasen, ya que en su diccionario no se contemplaban las abreviaturas. Después de vivir en Alemania, Paris, Londres, New York, Miami, Santo Domingo, Ginebra, Madrid y finalmente Marbella, cerca de nosotros y de sus nietos. Decía que mi hija Flavia era la gran alegría de su vida...
Nació en Donaueschinguen (Alemania) y se crio en el castillo de su familia junto a sus dos hermanos, un lugar en cuyo jardín nace el rio Danubio, a los pies de la Selva Negra. Todo lo que le rodeaba era de su familia ya que su abuelo era el gran terrateniente de la comarca, creciendo como ella misma reconocía, “de una forma diferente a lo habitual hoy en día”. Tenía muy bonitos recuerdos de pequeña, reuniones y cenas en el castillo donde se juntaba toda la familia. También tenía un recuerdo especial de las siestas de verano ya que bajo su habitación había una fuente donde siempre oía una rana saltar en el agua. Y ahí empezó una conexión única...
Su padre, el Conde Hardenberg, proveniente de una familia disciplinada y prusiana, era un hombre muy trabajador al cual adoraba. Su madre, la princesa de Fürstenberg, provenía de una familia aristócrata alemana y bohemia como ella siempre me puntualizó. Los recuerdos más mágicos de esa época los tiene de su abuela “era como un hada para mí una mujer que soñaba con ángeles y cosas bonitas”. Eso fue la mayor herencia para ella.
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Largas temporadas se desplazaba al castillo de su abuela en Werenwag, su preferido, “el castillo mágico” como ella lo llamaba, “un castillo encantado con unos jardines y cuevas llenos de misterios”. Tenía unos recuerdos maravillosos, donde vivía sus experiencias con gnomos, hadas y sus sueños rodeada de mucha magia... Criada entre castillos de aquellos tiempos, alrededor de ellos, eran muy típicas las granjas de animales y su amor por ellos le marcaron para toda su vida. "Sin animales no podría vivir, en mi próxima vida me gustaría tener un santuario de animales en libertad”, decía.
De pequeña su forma de vestir era muy personal, de una manera diferente a lo que exigían los cánones de esos tiempos y más en un entorno tan particular. “Ya desde pequeña me miraban raro, a mí me importaba un rábano, me gustaba los colores y todo lo que era divertido, yo iba a mi aire”, comentaba. A los 20 años el destino, su intuición y deseos de conocer mundo la llevan hasta Paris donde sus principios fueron difíciles. “Mi estilo era hippie y no sabía mucho francés”, recordaba. Un día se encontró un juego de sal y pimienta con forma de rana en un restaurante y el mismo día una rana por la calle. “Tenía el convencimiento que fueron las ranas hacia mí para protegerme, las ranas son un animal muy estético, mágico y misterioso y va mucho con la manera que tengo de ver la vida”, puntualizaba. Actualmente, tenía la colección de ranas más espectacular del mundo, tanto en figuras como en cuadros, donde el pintor Romero Brito, muy amigo suyo, empezó a dibujar ranas por ella y muchas paredes de su casa están decoradas con sus obras.
Volviendo a Paris, trabajó gracias a un amigo en L´ Hotel , un hotel pequeño pero divertidísimo donde iban “los jóvenes talentos del momento” como Mick Jagger o Jack Nicholson e iban todas las grandes estrellas donde se hacían unas fiestas espectaculares. También trabajo en una tienda de decoración y antigüedades, Didiere Aaron, por aquel entonces la más importante de París. Allí aprendió mucho de Jaques Granges, uno de los grandes decoradores del momento. “La intuición me dijo que tenía que irme de casa, me fui a Paris y se me abrieron todos los caminos”, relataba. Aprendió muchísimo de moda y el toque de elegancia se lo dieron Karl Lagerferd y Yves Saint Laurent.
Se casó con “el hombre de su vida”, Don Francisco de Borbón y Escassani, Duque de Sevilla. Tuvo con el tres hijos, Olivia la mayor, que ha heredado la belleza y la clase de su abuela, la extrovertida, dulce y simpática Cristina y el trotamundos Francisco, su ojito derecho.
A su llegada a Madrid, se convirtió en un símbolo y musa para fotógrafos importantes del momento como el húngaro Yenes. Los más prestigiosos y destacados diseñadores nacionales se peleaban por vestirla. entre ellos Jesús del Pozo, Francis Montesinos, Pepe Rubio, Pedro del Hierro o Elio Berhanyer entre otros. Eran tiempos nuevos donde florecía la moda en España. Su influencia en esta industria fue tal que fue la fundadora de VOGUE España.
Al primo de su madre, precursor de Marbella, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, le unía una gran amistad, aparte de un vínculo familiar. Él le hizo un regalo muy particular a su hijo Fran, un cerdito. Hay muchas historias o versiones sobre lo que voy a contar pero esta es la verdadera: Beatrice iba un día por Marbella conduciendo su Jeep Wili verde ingles con su hijo Fran y el cerdito que le habían regalado cuando este se hizo pis en el coche. Beatrice lo sacó del coche no muy contenta y lo llevó a pasear a la playa como si de un perro se tratase. Cuando se percataron los bañistas de la situación tan curiosa e inusual, se formó un gran revuelo y locura en torno a ella, al igual que toda la prensa que constantemente la seguía, recogiendo instantáneas del momento tan exótico. No tardó mucho tiempo en acaparar todas las portadas de las grandes revistas y periódicos del momento, de los cuales ella era asidua a principios de los 80, donde sus titulares eran “La Duquesa de Sevilla paseando con su mascota por las playas de Marbella”... Una moda que en poco tiempo se contagió entre los personajes más relevantes del momento y ha llegado hasta 20 años después.
En los años dorados de Marbella disfrutó de amistades y fiestas donde conoció a Julio Iglesias, del cual señalaba con una gran sonrisa: "Julio ha sido una persona muy importante en mi vida”. Jaime de Mora, Paolo de la Meridiana, Placido Domingo, Jonh Conery, Arnan Kashogui, la Emperatriz Soraya de Irán, Camilo Sesto, Raphael, Gunter Sachs -uno de los play boys más conocidos del mundo entero casado con Briggite Bardot- Philippe Junot y un sinfín de nombres conocidos se daban cita en su casa de Marbella, donde hacían unas fiestas que se respiraba glamour y naturalidad hasta principios de los 90.
Beatrice siempre era el centro de todas las reuniones. "Sin buscarlo la gente me adoraba”, decía. Realmente, era y es muy especial. También con gran cariño me contó cuando en Marbella Rocío Jurado la subió al escenario de un concierto suyo y le canto una canción ante miles de personas. “Casi me muero”, confesaba. En Marbella Club, Beatrice era una de las musas del momento, donde me contaba esas veladas, el ambiente romántico, la luz cálida y “el sonido de las ranas de fondo”. Esta etapa le marcó mucho en su vida.
Con una clase innata y sonrisa eterna te recordaré siempre y me despido de ti con estas palabras, jurando que cuidaré de todos con todas mis fuerzas. Siempre mágica, Beatrice. Te quiero mucho.
Julián Porras-Figueroa