Aunque ni él mismo confía demasiado en lo que le depara el destino, Antonio Banderas puede hacer historia en la próxima edición de los Oscar, cuya ceremonia tendrá lugar en Los Ángeles este domingo 9. El malagueño está nominado a la categoría de mejor actor por su trabajo en la película Dolor y gloria, dirigida por Pedro Almodóvar. Es la primera vez que Banderas aspira a una estatuilla de la Academia de Cine norteamericana y lo hace interpretando un papel en castellano. Por ello, salga o no mencionado su nombre, ya se siente más que reconocido por la industria de Hollywood, donde lleva treinta años de carrera.
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Fue en los últimos meses de 1990 cuando Antonio aterrizó en la meca del cine. Lo hizo después de consagrarse como 'chico Almodóvar', tras los éxitos de Mujeres al borde de un ataque de nervios, Átame y La ley del deseo–, aunque fue Madonna quien le dio un buen empujón después de incluirle en su controvertido documental Truth or Dare. No obstante, más decisivo en su salto a Estados Unidos fue el papel que desempeñó la actriz Ana Arana Leza, hija de la también intérprete Concha Leza, con la que el malagueño se casó en 1987, tras sólo seis meses de noviazgo.
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Banderas no sólo contó con su esposa en el plano sentimental, sino también en lo profesional. Sin saber hablar inglés, el andaluz se valió de Ana para aprender el idioma y para poder traducir los primeros guiones que le llegaron de Hollywood. De ahí que, al divorciarse de ella en 1996, dos años después de enamorarse de Melanie Griffith –en el rodaje de Two Much de Fernando Trueba–, el actor se vio obligado a realizarle una buena compensación económica.
Tras una batalla en los tribunales, Ana Leza recibió una vivienda de Madrid –valorada en 3,4 millones de euros– y una pensión de cerca de 12.000 euros mensuales durante tres años y medio. Además, la Justicia obligó a Antonio a compartir con su primera esposa los beneficios –el cincuenta por ciento– de las películas que había rodado entre 1987 y 1995. Entre esas cintas, figuran taquillazos como Mujeres al borde de un ataque de nervios o Entrevista con un vampiro, donde trabajó con Brad Pitt y Tom Cruise.
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Aunque Banderas cayó rendido a Melanie Griffith, Ana Leza tampoco tardó en rehacer su vida. De hecho, el 26 de noviembre de 2000, un lustro después de separarse del protagonista de Dolor y gloria, contrajo matrimonio con Christopher Lee Villareal, un californiano que se dedicaba también a la industria audiovisual, pero como técnico –en el portal especializado IMDB.com, figura como ayudante de realización en la popular serie Power Rangers–. Como informó ¡HOLA! en exclusiva en su momento, el enlace civil contó con Carmen Maura como madrina, con la que Ana había coincidido en películas como La reina anónima o la ya mencionada Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Después de casarse por segunda vez, la madrileña decidió dar por terminada su carrera de actriz y eso que consiguió algunos papeles en los primeras películas de Antonio Banderas en Estados Unidos, como De amor y de sombras, coprotagonizada por Jennifer Connelly, o Philadelphia, la célebre película de Tom Hanks, donde Ana Leza realizó un pequeño cameo. Pero, ¿qué ha sido de ella?
A sus 58 años, reside en una pequeña localidad próxima a Nueva York junto Christopher Lee Villareal. Allí el matrimonio disfruta de una vida tranquila junto a sus dos hijas, Clara María y Sofía Macarena –de diecisiete y trece años, respectivamente–, quienes han heredado la belleza de la actriz. Su marido, Chris, ya no se dedica a la industria audiovisual, sino que trabaja como documentalista. Ahora lo hace para una empresa que está desarrollando un tren de alta velocidad que comunicará la Costa Este norteamericana con California, motivo por el que suele viajar con bastante asiduidad por todo el país.
Ana y su marido no llevan instalados toda la vida en Estados Unidos, puesto que pasaron una temporada en Madrid hace unos quince años. Fue en la época en la que Chris trabajó en una empresa tecnológica y se embarcó, junto a su mujer, en una aventura hostelera. En 2003, el matrimonio abrió un restaurante de comida fusión llamado Dossa Grill Café, en pleno barrio de Chueca. Sin embargo, la crisis económica se llevó por delante al negocio, cuya empresa se declaró insolvente en diciembre de 2008.
Pese a todos los giros que ha dado su vida, Ana Leza ha logrado encontrar la estabilidad. En esa búsqueda de la paz, ha recurrido a la meditación junto a su marido, con el que ha seguido técnicas espirituales procedentes de la India. De hecho, como ya informó El Mundo, toda su familia forma parte una organización hinduista llamada Siddha Yoga. En la misma, Chris se hace llamar Dharma –palabra sánscrita que significa ley–. Sus hijas también tienen nombres espirituales: la mayor, Clara María se hace llamar Priya –amada, en la lengua india–, mientras que Sofía recibe el nombre de Sindhu –río, en sánscrito–.