La curva de la vida es uno de los momentos más emotivos y especiales para todos y cada uno de los participantes de Gran Hermano VIP, que se enfrentan a las luces y las sombras de lo que han sido sus años de existencia y que suele ser una auténtica catarsis para ellos. Aún con la curva de Antonio David Flores en la retina, en el último Límite 48 horas le llegó el turno a Noemí Salazar, la reina de Los Gipsy Kings, que presentó una gráfica muy alejada del 'brilli, brilli' que la representa desde que se dio a conocer en el reality donde se muestra el día a día de varias familias de etnia gitana.
Dos han sido los acontecimientos más significativos de los más de veinte años de Noemí. La muerte de su abuela y la ruptura con su hermana fueron los puntos fuertes que marcó la concursante durante su repaso vital. Estos vértices provocaron sendas graves depresiones a su madre y defensora, Raquel Salazar. Esta ausencia de su abuela y todo lo que ello provocó, hizo que la diseñadora de joyas se volcara en sus progenitores. "Siempre he tenido muchas responsabilidades con ellos", confesaba Noemí, que también se definió como una mujer de fe, a la que la religión le ha ayudado en estos y en otros momentos delicados. Durante su estancia en Guadalix no han faltado las ocasiones en las que Salazar ha explicado su devoción por el culto, invocando a Jesús, por ejemplo, en la noche de Halloween cuando fue su turno de cruzar el pasaje del terror.
El distanciamiento de su hermana Raquel con el resto de la familia fue el segundo momento malo para Noemí y el resto de su casa. Sin querer entrar en detalle, explicó que tras la boda de su hermana hubo una separación de varios años que hundió otra vez a la matriarca. Un momento en el que Noemí siguió volcada en su madre, comenzando a trabajar juntas. Mientras que la defensora de la concursante se dedicaba a diseñar trajes de fiesta y novia, su hija mayor hacía lo propio con las joyas.
Precisamente este trabajo de madre e hija fue el que casualmente las hizo llegar a los Gipsy Kings y así lo explicaba al principio del Límite 48 horas del martes: "Yo era una chica soltera, mi madre estaba haciendo el vestido para una que se pedía y una redactora me dijo que estaba buscando a una chica como yo para explicar cómo es el amor entre los gitanos".
Al año siguiente querían que volviese a grabar y grabé mi pedida, mi boda, el bautizo de mi hija y todo". A partir de ese momento, Noemí Salazar comenzaba una carrera al éxito televisivo que ya dura nueve años y que le ha llevado hasta la casa de GH VIP. Toda una lección de aprendizaje vital, como ella misma destacó, que le ha servido para aprender y disfrutar muchísimo del encierro. "Es como si nos hubiéramos alquilado una casa las chicas", comentó con una sonrisa, feliz con la convivencia que está compartiendo ahora con sus cuatro compañeras a las que aprecia y con las que está viviendo experiencias que nunca hasta ahora había tenido.
Noemí se ha conocido a sí misma en unas circunstancias en las que no ha tenido al lado a sus pilares fundamentales: sus padres y su marido Antón, para quien solo tuvo buenas palabras poco antes de finalizar su curva de la vida. "Es una persona que siempre me suma, nunca me resta", unas palabras que llegaron de manera directa a su esposo que, presente en plató, escuchó atentamente todas las explicaciones que dio su mujer al repasar su vida.