Cuando Pablo Picasso llegó a París, en el año 1900, comenzó a pintar en un pequeño y destartalado estudio en el barrio bohemio de Montmartre. Exactamente un siglo después, su legado se expone -y se vende- a una hora de allí, en el octavo distrito parisino, enclave de las mejores galerías de arte de la ciudad y considerado el primer barrio en renta per cápita de Francia.
Hace unos días, Diana Widmaier-Picasso, nieta del genio malagueño, dio una fiesta en la galería Gagosian, en la elegante Avenida Matignon, para celebrar la publicación de su nuevo libro, Picasso y Maya: Padre e hija (Gagosian/Rizzoli). Se trata de un estudio detallado de la importancia e impronta de Maya Picasso en la obra artística de su padre.
Diana Widmaier realiza una crónica detallada de la relación entre su abuelo y su madre e incluye una conversación íntima madre-hija y fotografías inéditas del archivo de la familia Picasso. La galería Gagosian, una de las más prestigiosas del mundo del arte, presenta también una pequeña exposición para celebrar este lanzamiento editorial, en la que se exhibe una pintura de Picasso y una selección del material original de los archivos familiares y académicos que utilizó Diana para elaborar Picasso y Maya: Padre e hija.
Para celebrar el lanzamiento de su libro, Diana reunió a la intelligentsia parisina y a las it girls del momento en Gagosian: del director de cine Gaspar Noé y el conservador Alfred Pacquement a la diseñadora de moda Agnès B. y las joyeras Aurélie Bidermann y Victoire de Castellane, pasando por Bianca Brandolini d’Adda y Sofía Sánchez de Betak. Tampoco faltaron el diseñador Giambattista Valli; Setsuko Klossowska de Rola, viuda de Balthus; o el artista Joan Punyet Miró, nieto de Joan Miró. Picasso era gran amigo del pintor catalán y los descendientes de ambos perpetúan esa amistad.
Luego, todos disfrutaron de un cocktail dînatoire al otro lado del Sena, en el legendario restaurante Lapérouse, en el Quai des Grands Augustins. Curiosamente, a solo unos metros de allí, Pablo Picasso tuvo su estudio entre las décadas de 1930 y 1950, cuando ya era un artista consagrado. Allí, por ejemplo, pintó el Guernica. Al malagueño le habría divertido ver a su nieta brindando con el nieto de su amigo Miró en el Lapérouse, un sitio tan pintoresco y tan cercano al taller donde él creó algunas de sus obras maestras.