"Serás puta", me dice alguien al otro lado de la pantalla. Contesta a una historia de Instagram. Perfil falso, no falla. Tengo un rato libre, por lo que me permito indagar un poquito hasta llegar a descubrir que es muy seguidora de una persona cercana de mi entorno. Me sonrío. Ay, alma de cántaro…
Cuando recibo este tipo de mensajes siempre me ronda la misma pregunta: ¿por qué?. Cuestión que deriva en sus variantes "para qué" y "con qué necesidad". En muchas ocasiones el usuario consigue arrancarme una carcajada, otras ni siquiera me despierta una emoción y otras, para qué engañarnos, me aguijonea un poco el corazón. Hoy es un día de esos.
Me imagino a la otra persona al otro lado de esa muralla de tacto frío, como el mármol; de sentido visual y táctil sin llegar a la mirada ni al abrazo. Pantallas. Y me imagino a la otra persona utilizando un teclado como este para lanzarme un improperio, un comentario dañino.¿Utilizará este mismo teclado para decir “te quiero”? Qué irónico. Supongo que tendrá una vida, sus alegrías, sus duelos. Supongo que amará a los suyos, que se sentirá amado. O quiero creerlo. Después de algunas reflexiones he llegado a pensar que puede que, precisamente, estén faltos de todo aquello y por eso necesitan bombardear a otras personas que ni conocen.
Ponía Carlotilla el otro día en su Instagram una imagen que venía a decir que si tenemos que ser amables con el resto es porque del alto porcentaje que creemos saber de la vida de los demás a través de las redes sociales, en realidad sólo sabemos su vértice. Como un iceberg, pensé. Ojo, que los vértices si son puntiagudos se clavan e igual que sabemos el destino de quien escupe al cielo, sabemos que la vida devuelve los dardos que se tiran sin sentido. El escupitajo te cae en la cara.
Parece que hablo de lo evidente hasta que te das cuenta que la evidencia ha desaparecido al mismo tiempo que lo ha hecho el sentido común, el respeto y la educación. Y aun así, todavía tengo que ceder un gran espacio a la paciencia para dejar pasar algunos comentarios. Falta empatía, falta humanidad. Y aun así, todavía dedico algunos minutos de mi vida, que podría destinar a disfrutar de los míos, para aprender a coserme a la piel un chubasquero donde todo eso me resbale. Pero es la lluvia la que resbala, no las balas. Las balas atraviesan, hacen daño.
Por cierto, a la niñita del otro día: sí, soy todos los insultos inventados y todos los que se inventen a partir de este momento, pero jamás se me ocurriría lanzar un dardo envenenado a nadie por una red social. Te deseo lo mejor, te deseo mucho, muchísimo amor, que encuentres tu mejor versión, que conozcas a alguien que te anime a serlo todos los días, que te arranque la sonrisa cuando lo único se te está desgarrando es la piel. Ojalá se te ilumine la risa, de verdad que te lo deseo, para que, al menos, no inviertas tanto tiempo en intentar apagar la del resto.