Dos años después del estreno de su último proyecto de interpretación, Blanca Romero se siente orgullosa de sus dos hijos: tanto de Lucía Rivera, que está despuntando como modelo, como del pequeño Martín, que apunta maneras de futbolista con solo siete años. También son ellos los que le demuestran su madurez, pese a su corta edad. Así lo confesó la propia Blanca a Hola.com durante su encuentro como embajadora de Centros Único y de sus productos, Cube. Además, la asturiana nos habló de la relación de su hija con el piloto Marc Márquez, al que aún no conoces en persona, y nos confesó la pereza que le da buscar el amor.
Ya has comentado en la rueda de prensa que te costó tomar conciencia de que hay que cuidarse.
Sí, hasta que no vi que hacía falta, no hice nada. Es que no teníamos tanta información y eso que yo me dediqué a la moda. La alimentación con la que nos criaron era totalmente distinta. A nosotros nos daban patatas fritas, huevos, filetes, bocadillo de crema de cacao, el pollito, el zumo de naranja y corre. Y ahora no, ahora hay mucha información. Estuve de vacaciones en
Costa Rica y los niños llevan el tupper de la comida con apio crudo, zanahoria... Yo le doy eso al mío y, vamos, me lo tira a la cara –se ríe–. Tuve que buscar chorizo, que no hay allí, para hacerle unas lentejas. A la edad de mi hija, no había esta información.
¿Con qué edad empezaste a tomar conciencia?
Pues mira, empecé con el contorno de ojos este año. Me decían que, si me lo ponía, me lo tenía que poner todos los días. Si no, nada. Entonces, pasaba. Y ahora ya lo uso, que, a veces, miro al espejo y me digo: “Qué mayor estoy” o “Qué poco he dormido”. Entonces, ya empiezas a cuidarte. Yo empecé tarde, con cuarenta.
Pero te ha ido muy bien hasta los cuarenta.
¿A que sí? Yo lo noto. Hasta los cuarenta me fue fenomenal porque no era nada presumida y me gustó siempre el deporte.
Nunca te has maquillado en el día a día.
Nunca. Sólo para el trabajo. Porque en Gijón para qué, dónde voy a ir para que me maquillen... ¿Al merendero, maquillada?
Vas tan natural que en Asturias no llamas la atención.
No, no. Cero. Además, voy en chándal siempre. Allí la gente va arreglada pero yo no.
¿Nunca has sido coqueta?
No, nunca. Solo cuando me visten y me pintan. Si no, soy cero presumida.
¿Ahora te haces muchos tratamientos?
Ahora sí. Me hago tratamientos, cuido la alimentación... Llegó un momento que dejas un kilo de un embarazo, otro kilo de otro, y cuando pasan diez años tienes cinco kilos más.
¿Tu hija te dice algo al respecto? Porque se le ve más concienciada.
Sí. Ella tiene una ansiedad con eso y le digo: “que tienes 20 año. Si eres así con veinte, ¿Qué vas a hacer con cincuenta? ¿Te vas a estirar en una máquina? Le dicen que tiene que beber agua y se bebe seis litros.
¿Te preocupa el paso del tiempo?
No. Sinceramente, me está sentando muy bien la madurez, tanto a nivel emocional como de nervios, antes era más nerviosa. Incluso a nivel físico me veo y digo: “Estoy buena, con dos hijos que tuve ya”. No me veo paisana, veo jovencina.
¿No te miras las arrugas?
Las arrugas me gustan, las únicas que no me gustan son las de la frente. Pero bueno...
Tu hija ha evolucionado muchísimo en estos dos años a nivel profesional. ¿Cómo estás viendo esta evolución?
En su carrera profesional y también a nivel personal. De mi hija y de mi hijo porque mi hijo era un gremlin de heavy.
Es que tu hijo Martín se crio en el campo.
Sí, como todos sus compañeros de colegio y Martín era el llorón del cumpleaños... Era pesadísimo. Lo conoce todo Gijón, vamos. Pero, de repente, en estos dos años, tanto él como ella han cambiado. Yo no sé si es la edad o qué, pero ahora Martín saca dieces en clase, se ducha solo, se sienta, no molesta... Es como un señor mayor. Y ella centrada. Me riñen los dos y yo digo: “Pero, ¿esto qué es? ¿Se están vengando o qué?”.
¿Por qué te riñen?
Son muy maduros, muy conscientes los dos. Pero Lucía tiene veinte años y, en vez de liarlas parda, que es la edad, la cría está centradísima. Es superresponsable.
Tu hija protagoniza campañas, portadas... De hecho, es la portada de ¡HOLA! Prêt-à-Porter. ¿Qué sientes?
Me encanta. Yo tengo mucha fe en mis hijos. Soy una madre superliberal. Sé que, aunque lo hagan mal una temporada, no sé por qué tengo esa confianza en ellos. Yo creo que eso es bueno porque lo notan y, en vez de andar con miedo, se sienten más seguros de sí mismos.
Estás aprendiendo mucho de ella, entonces.
Yo era tremenda y mira que la cría es supersensata. Cuando me dice algo, tiene razón. Y el otro igual. Tengo dos maestros. Yo soy superdespistada y Martín, con tres años, ya me preguntaba si me había dejado el bolso en algún sitio. Tengo hijos muy maduros.
Dices que eras muy tremenda y supongo que cometerías algún tropiezo. En el caso de tu hija, ¿le das algún consejo para que no tropiece ella?
No. Que lo viva, que lo hago, que los errores son maravillosos también y divertidísimos. Yo ahora soy un coñazo de tía y era la alegría de las fiestas pero ya no te da el cuerpo. Hay que vivir.
Tu hija dice que está muy contenta con Marc. ¿Cómo ves tú la relación?
Me parece superpositivo tener una persona deportista porque eso quieras que no, ella ya entrena. Era vaga, no le gustaba el deporte. Entonces, eso es guay. Y al entrenar, pues ya es más ordenada en casa. Son cosas positivas que, a lo tonto, son gente que te aporta valores y te ayuda a ser mejor persona.
¿Tú le conoces personalmente?
No, no tengo el placer de conocerle personalmente. Yo creo que no se atreve. Yo soy el último plato. Por si acaso –se ríe–.
¿No ha ido a Asturias?
No, todavía no porque está viajando un montón.
¿Y tú no le dices a Lucía a ver cuando te lo presenta?
No, no quiero. Tranquilamente, cuando se pueda. Sí le prometimos al pequeño que le íbamos a llevar.
Pero ella sí conoce a su familia.
Sí. Es que él está en plena temporada y tiene que entrenar cinco horas al día y tiene que viajar un montón. La cosa es intensa.
¿Qué te parece Marc como persona?
Me da un pálpito de ser un crío superhumilde, súper de sus amigos de siempre y muy sano. Con cero pijadas, que podría ser un estúpido o un hortera, que de estos que hay mil. Me parece un crío de chapeau. Superrico, la verdad. Por teléfono hablamos y parece un tío muy rico.
¿Cómo eres como suegra?
Bien. Yo les cojo cariño a todos. A los buenos y a los malos –se ríe–.
Tu fuiste madre muy joven, con veintidós, con dos años más de los que tiene ahora tu hija, ¿la ves siendo madre joven?
Bueno, me muero, me caigo en depresión.
¿No quieres ser abuela?
Ni de coña. Aparte, que tengo al otro pequeño. ¿Acabo con uno y empiezo con el parque otra vez, que me aburre soberanamente? No, me escapo.
¿Tú crees que Lucía estaría preparada para ser madre?
No, no, no. Es muy joven y ahora cada vez hay que tenerlos más tarde. Que espere, por Dios.
Hace mucho que no se te conoce pareja. ¿Hay algo?
Yo estoy genial así. Estoy soltera.
¿Hace cuánto que no tienes a nadie?
Desde que me casé, no volví a rehacer mi vida. ¿Hace como cuarenta años?
¿Ninguna pareja?
Pareja estable, no.
Pero picotear, sí, ¿no?
Sí, por supuesto. De vez en cuando, para no sentirme un avatar, me obligo. Pero no porque me apetezca.
Tampoco hace falta tener pareja en la vida.
Cuando tengo niños, hago planes con los amigos de sus papás, que son todo parejas estables y estoy mejor que todos ellos. Yo les escucho quejarse y pienso: “Madre, qué bien estoy”. Lo habré pasado fatal, porque es muy duro ser madre sola, pero estoy fenomenal.
¿Martín sigue jugando al fútbol?
Sí, se le da genial, aunque en mi casa no se tocó un balón en la vida. Tiene mucha musculatura y es muy fuerte. Le tienen que cambiar en el patio para que juegue con los mayores, porque un balonazo de Martín es peligroso.
Se vuelve a hablar estos días entre la relación de Lucía con su padre. ¿Qué opinas?
Yo no digo nada.
La curiosa 'preocupación' de Blanca Romero al hablar de la relación de Lucía Rivera y Marc Márquez