“Un niño perdido en la soledad de palacio. Un adolescente en busca de respuestas. Un hombre marcado por el legado de su familia”. En la autobiografía De Cayetana a Cayetano (La esfera de los libros), que se publica el próximo 4 de septiembre, Cayetano Martínez de Irujo narra los capítulos más íntimos y personales de su vida, recuperando algunos episodios de su infancia y juventud hasta ahora desconocidos. El primer capítulo de este volumen, cuyos fragmentos publicó La otra crónica de El mundo, repasa algunos momentos complicados de su juventud, marcada por su apellido como él mismo asegura.
En estas primeras páginas, recuerda cómo trató de pasar desapercibido pese a su origen aristocrático, por ejemplo en la mili, donde comenzó a montar a caballo. "Antes de acabar la mili, me matriculé en la universidad. Creía tener una deuda con mi padre: le debía estudiar Agrónomos y ocuparme del campo de la Casa. Jesús Aguirre acabó con cualquier expectativa en ese sentido: 'No vayas a creer que vas a trabajar en el campo de esta Casa'. Fin. Entendí que solo tenía una salida profesional y sobre todo vital: el deporte, los caballos. Ellos han sido para mí mucho más que una profesión. Los caballos me salvaron". Recuerda cómo cayó en una espiral de adiciones en la que perdió el control. “Era carne de cañón para convertirme en prisionero de algunas sustancias, solo era un chico triste y desencantado, sin consejos, sin guía y con una importante contradicción interna” señala en el libro. Una etapa que finalizó después de unos años. “Fueron cinco años de vorágine hasta que me planté y me hice una pregunta reiterativa: ¿Qué hago aquí?". Explica que entonces sus relaciones personales eran un intento de llenar un vacío. “Vivía en una obsesión: seducir mujeres de todas las nacionalidades. Ninguna se resistía. Esa locura acrecentó mi confusión, ni cumplían el papel de madres ni de novias ni ningún otro. Era un intento vano de suplir vacíos”.
Cuenta en estas líneas que un día se dio cuenta de que no podía seguir así y buscó ayuda. “Un día me asusté a mí mismo. ‘Hasta aquí he llegado”, me dije. Busqué soluciones, pedí ayuda a Jacobo que me facilitó un contacto en Inglaterra. Cogí mi maleta y me fui a un centro especializado. Mi madre desconocía la situación, la avisé antes de partir. Reaccionó bien. Pero ella no era consciente de la realidad de la vida. Regresé rápido. 'Ya estás bien, ¿verdad?', me preguntó mi madre. Pero lo pasé fatal. La estancia en Inglaterra había sido solo el comienzo de un proceso más largo en el que tuve que cortar con mis amigos de Madrid, recluirme, no beber alcohol”. Comenzó así un proceso largo y complicado, pues no fue fácil para él abandonar estos hábitos. “Era sensible, buscaba cariño y aceptación del entorno familiar con verdadera ansia. Nadie me preguntaba nada desde que murió mi padre”.
En este sentido, en el libro dice que su pasión por el deporte fue una vía que le ayudó en su recuperación. "No podía seguir viviendo así, no podía despertar cada día en un sitio de Madrid sin siquiera saber dónde me encontraba. Mi compañero de faena dormía hasta las dos de la tarde, pero yo me tenía que levantar pronto porque el sentido de la responsabilidad era más fuerte que el cansancio: debía montar mis caballos. No podía entrenar con tal desenfreno ni desarrollar una carrera deportiva profesional". Y añade: “Únicamente destacaré una cosa de los años vividos con tal intensidad. Después de la fiesta me iba a montar cinco caballos. Nunca abandoné mi responsabilidad diaria, aunque fuese sin dormir (...) A mí me salvaron el deporte y mi fuerza de voluntad para seguir levantándome cada día. También la peste equina, que me obligó a salir de España”.
En esta biografía, Cayetano Martínez de Irujo habla de manera sincera y directa sobre las etapas más duras de su infancia y juventud, su relación con sus hermanos y su madre y sus relaciones personales. El libro De Cayetana a Cayetano sale a la venta el próximo 4 de septiembre.