Después de cuatro décadas de carrera, Víctor Ullate estaba comenzando a dejar de sentir las mariposas propias de todo artista que se precie cuando sube a un escenario. Sin embargo, Antígona, su último espectáculo, con el que tiene previsto despedirse de su público, le ha devuelto la ilusión del principio. "Las mariposas han vuelto a revivir para mí, porque un escenario como Mérida, lleno de magia, impresiona", reconoce en conversación con HOLA.com. No es de extrañar, teniendo en cuenta que se identifica completamente con su producción. "Antígona es como yo: fuerte y luchadora, un coraje desgarrador", explica.
Tras conquistar la capital extremeña, la intención de Ullate es seguir colgando el cartel de 'entradas agotadas' en todos los teatros que le quedan -8 de agosto en El Escorial, 16 y 17 en San Sebastián y 22 de agosto en los Teatros del Canal en Madrid, donde permanecerá varias semanas-. El coreógrafo, quien se define a sí mismo como un "artista que transmite", tiene claro este objetivo, pero también otro más a largo plazo, un sueño que tiene pendiente y que intentará cumplir una vez que se despida de los escenarios.
"Nunca dejaré de ser artista, lo llevo en las venas y jamás podré abandonar el mundo de la danza, pero ahora quiero centrarme en mi fundación, que en el año 2020 cumple 20 años, y en Mi Casa de la Danza. Tengo la ilusión de montarla dentro de la fundación. Será un lugar donde los niños y niñas de todo el mundo puedan bailar y también vivir. Lo tengo desde hace muchos años y necesito hacerlo. Nos falta el espacio porque realmente nosotros hacemos eso dentro de la fundación, becar a niños que no tienen recursos o están en un tremendo riesgo de exclusión y que tienen aptitudes para la danza", explica.
Él mismo sabe lo que es tener una vida que dista de ser un camino de rosas. Vivió de muy joven la enfermedad de su hermana, que le llevó a crear el espectáculo Wonderland; sufrió varios trombos -que desembocaron en otra obra de arte, Samsara,- y la danza siempre estuvo ahí. Supo, como él mismo reconoce, "sacar partido" de los momentos duros y su persistencia en el mundo de la danza, "una disciplina dura y de largo recorrido", le llevó hasta el lugar en el que se encuentra ahora, plagado de reconocimientos profesionales y también de felicidad en el terreno personal.
De su matrimonio de juventud con la bailarina Carmen Roche nacieron sus tres hijos, Patrick, Víctor y Josué. Dos de ellos han seguido sus pasos, y eso satisface enormemente a Víctor Ullate, como no podía ser de otro modo. "Josué y Víctor han nacido con ello, como nací yo", asegura henchido de orgullo. Pero, ¿cómo se lleva lo de lidiar profesionalmente con la familia? Para el bailarín, no supone ningún inconveniente, aunque en ocasiones se torne complejo. "He trabajado con Josué y es una maravilla, aunque a veces es como un trueno. Lo importante es que luego el resultado es magnífico, que es lo que cuenta", explica antes de ultimar los preparativos para afrontar su siguiente actuación. Show must go on.