Jacqueline de Ribes estaba destinada a revolucionar la alta sociedad. De hecho, llegó a este mundo el 14 de julio de 1929, coincidiendo con el 140º aniversario de la Toma de la Bastilla. Nacida con el nombre de Jacqueline Bonnin de la Bonninière de Beaumont, se crio en una de las familias más ricas y aristocráticas de Francia. Sus padres, los condes de Beaumont, banqueros e intelectuales, la educaron como a una princesa, pero no imaginaban que se convertiría en la reina de la moda.
Con 18 años, su tío, el conde Étienne de Beaumont, la llevó a visitar por primera vez el taller de Christian Dior. La aristócrata encandiló al costurero más famoso del mundo con su delgadez, sus largas piernas de gacela y su perfil de faraona egipcia. Poco después conquistaría a otro hombre, el conde Édouard de Ribes, que terminaría siendo su marido durante casi sesenta y cinco años.
En 1955, la pareja hizo uno de sus primeros viajes a Nueva York. Allí, Jacqueline conoció a Diana Vreeland, la todopoderosa editora de Harper’s Bazaar. Fascinada por la belleza exótica de la aristócrata, Vreeland le concertó una cita con Richard Avedon, autor de la imagen más icónica de la condesa: de perfil, con su cuello de cisne, su barbilla erguida y su inconfundible nariz de Nefertiti.
“Siento pena por las casi bellezas de nariz pequeña", sentenció el fotógrafo después de la sesión. Una de esas fotografías ilustran Observations, el libro que publicó Avedon en 1959 con comentarios de Truman Capote. El autor de A sangre fría calificó a Jacqueline como su 'cisne', título que la condesa compartiría con Gloria Vanderbilt, Marella Agnelli, Babe Paley y Lee Radziwill.
Desde entonces, Jacqueline ha sido musa de todos los grandes diseñadores del siglo XX. Yves Saint Laurent la llamó “unicornio de marfil” y la comparó con la duquesa de Guermantes de Proust; Emilio Pucci la apodó “la Jirafita” y Valentino la coronó como “la última reina de París”, “la mujer más elegante del mundo”. Jean Paul Gaultier la definió como “realeza parisina, la esencia de la elegancia francesa”, y Oleg Cassini la invitó a colaborar en sus colecciones. En 1982, la aristócrata abrió su propia casa de modas, que funcionó hasta mediados de los años 90.
En 2015, el museo Metropolitano de Nueva York le dedicó una exposición, con más de sesenta vestidos de alta costura y prêt-à-porter de su colección privada, solo una pequeña muestra de los más de cuatrocientos que guarda en su armario parisino. Pero no se presentó a la fiesta de inauguración. Lleva décadas retirada de la vida social y solo asiste a citas puntuales, como la gala anual del Museo de Orsay, del que es presidenta de honor.
El próximo 14 de julio, Jacqueline cumplirá noventa años, nueve décadas ininterrumpidas ocupando el trono de la más elegante. Y para celebrarlo, quiere tirar la casa por la ventana, literalmente. En el día de la Fiesta Nacional francesa, tiene previsto abrir su 'hôtel particulier' de la rue de la Bienfaisance, obra del famoso arquitecto Auguste Tronquois y considerado el último palacio privado de París, para una gran cena a la que están invitadas noventa personalidades de la alta sociedad parisina, una por cada año de vida. Entre los confirmados, el expresidente francés Valéry Giscard d’Estaing, la princesa Patricia de Belzunce d’Arenberg y su pareja, el pensador Jean-Paul Enthoven, y Laudomia Pucci, entre otros.
Podría ser la última fiesta que de en su palacio. Poco después, sacará a subasta todo el contenido de su hogar en Sotheby’s: la colección de pinturas de los siglos XVII, XVIII y XIX, las esculturas, los muebles, los libros y recuerdos, incluidos objetos que pertenecieron a la reina María Antonieta y otros souvenirs del Ancien Régime… Es tal la cantidad de joyas que saldrán al mercado que algunos ya se refieren a esta como “la subasta del siglo”. Sotheby’s venderá todo en tres sesiones diferentes, durante doce meses. Y parte de lo recaudado será destinado a organizaciones benéficas y culturales.
A sus noventa años, Jacqueline de Ribes es el último 'cisne' de Capote, la última gran dama de París que vive comme il faut, la última superviviente del legendario baile de máscaras de Charles de Beistegui, la última musa de los grandes modistos y la última elegante… “Creo que ahora mismo soy una superviviente de muchas cosas”, dijo en una reciente entrevista. Larga vida a la reina madre de París.