Con esto del monopolio de Netflix se me había olvidado que existen otras plataformas de consumo. Quizás fue por eso por lo que no conocí Riviera, si no fuera porque me la recomendaron, pero llegué, menos mal, después de algún tiempo sin encontrar ninguna producción que me enganchara del todo. Riviera cuenta la historia que ya nos sabemos, pero como ya he defendido en otras ocasiones en estos artículos, muchas veces el enganche a una serie o la reacción que tenemos con ella es más por el cómo se cuenta, y no tanto por el qué. La situación es la siguiente: hombre fallece en extrañas circunstancias y su muerte desempolva todos los entresijos y secretos deuna familia rica.
Hasta ahí, nada nuevo. De repente, se empiezan a construir las vías que empleará para ir dejando crecer los tentáculos narrativos que serán los que, finalmente, acabarán por hipnotizarte en el bucle de “siguiente episodio”. De hecho, ya son más de cinco millones de espectadores los que se han visto conquistados por la viuda Georgina en el descubrimiento paulatino de los peores secretos de su marido.
En un guión de drogas y excesos, mafia y secretos, cabe la energía y adrenalina de una historia de ficción en la que tienen su espacio las balas o las extorsiones, pero no el poder emotivo. Es más, podría decir que, incluso una vez terminada la serie, no me he encariñado con ninguno de sus personajes. Sin embargo, eso trasluce una clara conclusión: la propia serie tiene tanto gancho que no se necesita recurrir al cebo de la identificación del espectador con alguno de protagonistas.
A favor de esta serie, que se puede encontrar en Movistar, está por lo tanto, la historia que roza el culebrón por su rama de entretenimiento, pero sin llegar a caer en esos excesos de interpretación que suelen tener los culebrones, y que hacen un poco de efecto rebote hasta sentirte completamente ajeno a la historia. Si quieres referencias externas, te gustará si has visto series como Revenge.