Suelo volcarme al 100% en mi trabajo. Me gusta dejarme la piel en lo que hago, familiarizarme con ello hasta hacerlo por completo mío. Como es de esperar, esto me ocurre sobre todo a la hora de escribir. Estoy trabajando ahora mismo en algo que me apasiona y me desespera al mismo tiempo, y a lo que le estoy dedicando la gran mayoría del tiempo. Incluso cuando cierro el ordenador y me dedico a otra cosa (desde tender la ropa a ir a una cena con amigos), sigo dándole vueltas al proyecto.
Hace algunos meses me explicaron en una sesión de Mindfulness que aquello ocurre porque limitamos nuestro modo ser (de donde viene la observación y sentimientos de lo que está ocurriendo ahora, en nuestro presente) para derivarlo en todo momento a nuestro modo hacer, que viene a ser todo ese torrente de pensamientos que tenemos del tipo: tengo que comprar aquello, entregar tal informe, llamar a fulanito y acordarme del cumpleaños de benganito. Está claro que esto depende en gran parte del carácter de la persona en cuestión y del trabajo que tenga.
En Gypsy a la protagonista le ocurre esto llevado al extremo, gancho fácil para que se desenvuelva un drama. Resulta que Jean Holloway es una terapeuta que lleva los casos de sus pacientes de una manera quizás demasiado personal, llegando a entablar incluso relaciones, en algunos ocasiones, con las personas por las que están ahí sus pacientes. Como es de esperar, la cosa se empieza a complicar cuando aquello pone su matrimonio y su familia en juego y se adivina la posibilidad de ser descubierta tanto por el paciente como por la otra persona.
A lo largo de toda la serie (disponible, por cierto, en Netflix) se tratan temas como la posibilidad ética de la doble vida, la sexualidad o el despertar de la propia identidad, de hecho mi personaje favorito es la hija de la protagonista, auténtica hasta la médula. No obstante, no es una serie para intensos porque no tiene mayor trasfondo que el propio entretenimiento.
Los personajes secundarios, como consecuencia de la trama, son claves para el desarrollo de la historia. A favor de Gypsy está en que es una de esas producciones que quieres saber cómo acaban, así que vas enlazando capítulos para ver cómo se resuelve el entuerto en el que se ha metido la protagonista. En contra, que a veces la historia avanza demasiado despacio. En muchos aspectos, se asemeja a YOU, si bien en una versión un poco más madura y adulta. De todas formas, y como siempre, la última palabra la tiene usted.