Más de once millones de euros. Esa fue la cifra que ofreció el magnate alemán Friedrich Flick, heredero de la automotriz Mercedes-Benz, a su mujer, la condesa alemana Maya von Schönburg-Glauchau, para poder divorciarse. Estuvieron casados durante poco más de una década, por lo que la Señora Flick iba a recibir casi un millón por cada año de matrimonio. Fue entonces cuando pronunció tres palabras que la hicieron famosa en todo el mundo: “No es suficiente”.
Este fin de semana, Maya fallecía tras luchar durante seis años contra un cáncer. La prensa internacional se ha despedido de ella bautizándola como "la última socialite de la vieja escuela". A ella le habría gustado ese título "post mortem". Todo en su vida fue superlativo, comenzando por su nombre. Nació en 1958 como Maria Felicitas Gräfin von Schönburg-Glauchau Széchenyi de Sárvár-Felsővidék, en el seno de una de las familias más antiguas de la alta nobleza alemana. Su padre, el conde Joachim, era el jefe de una dinastía milenaria que había servido fielmente al Sacro Imperio Romano Germánico, y su madre, Beatrix Széchényi de Sárvár-Felsővidék, era miembro de una aristocrática familia del viejo Imperio Austrohúngaro.
Maya creció en el exilio. En 1945, los soviéticos expulsaron a su familia de su castillo, situado en la Alemania Oriental. El conde Joachim tuvo que comenzar a trabajar de periodista y escritor para mantener a su mujer e hijos. En 1965, aceptó un trabajo como corresponsal en Somalia. Allí, en el corazón del Cuerno de África, la pequeña Maya disfrutó de una infancia libre y exótica junto a sus hermanos, Gloria, Carl-Alban y Alexander.
En los años 70, en pleno desmoronamiento de la Unión Soviética y la República Demorática Alemana, la familia Schönburg-Glauchau regresó a Europa y las hermanas Maya y Gloria se convirtieron en las niñas mimadas de la jet-set. Gloria se casó con el príncipe alemán Juan Bautista von Thurn und Taxis, jefe de una de las familias más nobles y ricas de Europa, y se convertiría en la archifamosa “princesa punk”. Cinco años después, Maya dio el "sí, quiero" al multimillonario Friedrich Flick, heredero del gigante automotriz Mercedes-Benz.
Fueron días de vino, rosas y champagne, mucho champagne: veranos en Kenia, inviernos en Gstaad… El clímax llegó a mediados de la década de 1980, cuando Gloria ofreció la fiesta del siglo en el palacio de los von Thurn und Taxis en Ratisbona con motivo del sesenta cumpleaños de su marido. Una celebración inspirada en la ópera Don Giovanni que duró tres días, reunió a la toda la realeza y dio una imagen que dio la vuelta al mundo: la de Gloria vestida de María Antonieta, llevando una tiara auténtica de la reina francesa, y escoltada por Lamia Khashoggi, mujer del oscuro comerciante de armas saudí, en la piel de madame de Pompadour.
Pero la fiesta no fue eterna. En 1990, el príncipe Thurn und Taxis falleció tras someterse a dos trasplantes de corazón fallidos, dejando a su mujer, Gloria, una deuda de más de 800 millones de marcos de la época. Tres años después, Maya se separaba de Flick, iniciando uno de los divorcios más sonados de la década.
Las hermanas se refugiaron en la religión. Era usual ver a Maya y Gloria haciendo el camino de Santiago de Compostela o peregrinando al Santuario de Lourdes. Se convirtieron en el rostro glamuroso de la fe: la princesa von Thurn und Taxis se codeaba con el Papa Benedicto XVI y Maya lo hacía con los defensores de las antiguas tradiciones cristianas de Alemania. Llegó a confesar que Papá Noel estaba prohibido en su casa y que solo creía en el Kris Kringle, un personaje mitológico alemán que trae regalos a los niños durante la Navidad.
En 2012, Maya fue diagnosticada con un cáncer de pulmón. La enfermedad remitió temporalmente, y ella lo atribuyó a un milagro de la Virgen de Lourdes. En octubre del año pasado, celebró su 60 cumpleaños en Múnich con una fiesta de la cerveza casi legendaria. Los invitados, entre los que se encontraban Bill y Hillary Clinton, los príncipes Michael de Kent y Ernesto de Hannover y Demi Moore, cumplieron con el dress code impuesto por la anfitriona, llegando a la celebración con los trajes típicos bávaros: ellas con el dirndl y ellos, con el lederhosen.
Maya ya sabía que le quedaban pocos meses de vida y celebró su cumpleaños como si no hubiera un mañana. "Secretamente, esa fue su fiesta de despedida", ha explicado su entorno al Daily Mail. Uno de sus hijos, Alex Flick, le ha rendido un homenaje en Instagram. "La gente no recuerda necesariamente lo que has dicho o lo que has hecho, sino como los has hecho sentir", escribió el joven artista, citando una frase de la poeta Maya Angelou. La condesa Schönburg-Glauchau hacía sentir a todos como si fueran un reflejo suyo: bellos, divertidos y glamurosos.