C.Tangana y su juego de espejos en 'Un veneno', su último single
El último tema del artista madrileño cuenta con la colaboración de El Niño de Elche
No me gusta C.Tangana. Lo admito, lo confirmo y visto su éxito, lo confieso. Padre, he pecado. No me estimula las caderas Mala mujer, ni me gusta que den bien duro y a pesar de lo trendy que puede ser eso del twerking (¿se escribe así?), el Booty tampoco me convence. Estoy un poco lejos de la generación del reguetón y del trap, no me acabo de aclarar con la diferencia de ambas reflejada en algunos artistas. Me cuesta meterme en una discoteca y escuchar la misma base repetida hasta la saciedad y que se queda impresa en tu oído en un eco como cuando se te taponan los oídos en un avión.Consumo otra música, ni mejor ni peor, distinta a todo aquello. Lo que yo escucho difiere en el sonido, en la letra y en la intención.
Todo esto viene porque ayer estaba enredando con las tendencias de Youtube en el trabajo y vi que C.Tangana volvía a coronarse rey de las plataformas. De C.Tangana sé poco más que el resto, que no deja de ser lo que vemos en todos los medios de comunicación. Corrijo: todo lo que nos deja ver. Digo esto porque un día descubrí una entrevista en la que el madrileño cuenta que había estudiado filosofía y defiende que representaba un papel como artista, que Tangana no era Antón (su nombre de pila) ni viceversa. Su música siguió sin gustarme pero reconozco que esa maestría en el juego de reflejos, como un mago de espejos, me gustó. Creo que para dominar a la gente de la manera de la que lo hace con tan solo tu reflejo, tienes que ser muy inteligente. Y me gusta la gente inteligente.
Ayer todas las redes sociales mostraban la canción, el vídeo y se proclamaba a los cuatro vientos el talento combustible de C.Tangana. Otra cosa que no soporto (esto empieza a parecerse a un manifiesto) es la gente que critica sin saber. Creo que me viene de cuando de pequeña decía ante un plato de comida que no me gustaba y mi madre siempre respondía con un “¿pero lo has probado?”. Así que ayer lo probé, le di un mordisquito a la manzana y, por tercera vez en este artículo, me confieso. Me confieso porque pequé, me atiborré, me envenené. Un veneno, de C.Tangana es, a mi parecer, una auténtica maravilla. Es un cóctel molotov de honestidad para quien quiere jugar a la doble faz y así protegerse, es un ritmo pegadizo, es un juego de sombras chinas, es una letra que ya no habla tanto de la banalidad sino del aceptarse frágil, humano, mortal. Porque nadie está exento del dolor, ni siquiera quien copa la lista de los más vendidos, ni siquiera quien se viste de escudos (por mucho que sean de oro).
Todos creen conocer a C.Tangana y con Un veneno ha vuelto a demostrar que nadie lo hace, que si es el rey de algo, es de los espejismos. Me sigo sin sumar a los aplausos por inercia, a los vitoreos y a las mitificaciones pero admito, eso sí, que tengo ya el rastro de sus colmillos en el cuello. Me gusta la música, el veneno y C.Tangana.