Me gusta el amor. Me gusta el amor en todas sus vertientes: mi familia, mis amigos, mi pareja. Bebo de todas sus formas: necesito la pasión, ansío cariño, pido respeto, vivo de la admiración. Creo que el amor no detiene los inviernos ni hace que desaparezcan los desastres naturales, los fracasos propios o las desgracias que ocurren a ambos niveles; pero sí que los mejora. Como dice un poema de Juana la Coja: el mundo no da tanto asco para todo el que recibe.
Hablo del amor casi por inercia, por necesidad y con la intención de empapar de color lo que de por sí es triste, o aburrido, o carece de sentido. Y hablo del amor porque ha llegado definitivamente el frío, veo a la gente pasearse con unas bufandas que parecen auténticos edredones, con las manos en los bolsillos para mantenerlas calientes y luchando contra la lluvia, el viento y los termómetros. Como decía, el amor no puede detener todo aquello pero sí que ayuda a sobrellevarlo. A mí me salva de los malos días la risa con una amiga, una charla interminable con mi madre o verle a él esperándome en casa como si fuera la primera vez que lo hago o la última vez que lo fuera a hacer.
Pensaba en esto mientras en el aleatorio de mi lista de reproducción salió la canción de Amores flacos, de Carlos Sadness. El tema tiene ya algunos años y, sin embargo, cada vez que lo escucho sigo sintiendo la misma sensación de cuando me la cantaron por primera vez hace ya también algunos calendarios. Me recuerdo más inocente, igual de flaca y con las ilusiones a flor de piel; la cosa no ha cambiado tanto. Inevitablemente, dejé que Carlos Sadness se acomodara ya en mi paseo de vuelta a casa.
Tengo la suerte de que diseñara la portada de uno de mis libros, Amor Revólver, y lo hizo con una maestría increíble, como si a través de una ilustración me hubiese leído el alma. Por eso me gusta como artista y adoro escuchar sus canciones, porque consigue extraer lo mejor de mí con sus ritmos, me arranca una sonrisa y algún que otro baile y, además, me dice cómo estoy cuando yo ni siquiera consigo saberlo. Estoy terminando de escribir este artículo mientras suena la última canción que ha sacado, Física Moderna en Invierno. Es una versión de uno de los temas de su último disco, Diferentes Tipos de Luz, aclimatada a los grados bajo cero. ¿Ahora entendéis por qué digo que consigue tener la canción adecuada para el momento exacto?
Llego a mi portal cuando suena el último acorde y echo una última ojeada a Madrid. Una pareja se abraza justo al otro lado de la calle. Creo que la vida no deja de mandarnos señales y a mí me acaba de dar una bien clara. Suena en mis auriculares: “¿Cómo no te había visto antes? En ninguna otra parte. Siempre miro a otro lado pero hoy estabas justo delante. Justo delante, en ninguna otra parte”. Me gusta el amor, me gusta muchísimo. Me gusta tenerlo delante, en ninguna otra parte, y abrazarlo, reírlo, besarlo.