'The sinner', una historia de misterio envolvente

Las dos temporadas son independientes ya que se desarrollan dos casos completamente distintos bajo la investigación, eso sí, del mismo policía

por Loreto Sesma

Nunca leo las sinopsis. No me gusta saber de qué va la película, la serie o el libro que estoy devorando. No sé, me da la sensación de que me va a hacer lo que yo llamo un spoiler psicológico. Me explico: las sinopsis te crean expectativas y te hacen imaginarte cómo será esa serie, cómo se desenvolverá e incluso su posible resolución. Además, en la mayoría de las ocasiones te destripan la trama y si me apuras, también los personajes.

De esta serie que os recomiendo, The Sinner, es casi una norma no leerse antes de qué va. Para mí ha sido una de las mejores producciones de este año porque lo tiene todo: un misterio envolvente hasta la médula, una historia de laberinto en la que es imposible averiguar qué va a ocurrir y, sobre todo, por qué. Por último, unos personajes centrales sobre los que orbitar sin cansarse. Las imágenes son crudas y la narrativa se desarrolla sin escrúpulos. Por eso, a veces uno no puede evitar cerrar los ojos o taparse un poco los oídos. A mí me recuerda a cuando veía películas de miedo de pequeña y me tapaba los ojos con las manos dejando, eso sí, los dedos entreabiertos; como si fuera una rendija o una mirilla por la que seguir espiando el filme.

Las dos temporadas son independientes ya que se desarrollan dos casos completamente distintos bajo la investigación, eso sí, del mismo policía. Como no podía ser de otra manera la historia, tanto del protagonista cambiante, como la del agente se entremezclan llegando a conocer ambas historias de forma paulatina y simultánea. Poco más puedo decir que no vaya a perjudicar su visualización y sólo me queda alentarles a que corran a hacerlo. Cuando me propuse escribir este artículo e hice la pertinente búsqueda en Internet, ponía que al 94% de los usuarios les había gustado. Y esa es, por último, la clave definitiva para verla: se la recomendé a mi amiga romanticona; a mi hermano, siempre difícil de convencer; a un amigo músico y a otro periodista y, ¿saben qué? Todos ellos se quedaron colgando de la pantalla. Ahora les toca a ustedes.

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