Tengo una manía, no sé si buena o mala, de que suelo huir de lo que está de moda. No lo hago por ir a contracorriente, simplemente porque normalmente estamos expuestos a miles de estímulos externos con la publicidad y, como consecuencia, lo que ocurre en muchas ocasiones es que llegas a saturar una canción, una serie o una película cuando no has visto ni un capítulo. Por eso muchas de las cosas que podréis ver anunciadas no las encontraréis en estos artículos, bastante tenéis con ver posters, vallas publicitarias y banners en cualquier web.
Ocurre, no obstante, que veces caes en la tentación y muerdes la manzana. Con la serie de la que os voy a hablar, The bodyguard, me ocurrieron dos cosas que hicieron que esa misma noche acabara viéndola. Las dos están relacionadas con la idea de esta serie de artículos, el hilo de recomendaciones. ¿Cuáles fueron? La primera fue ver que mi profesor de Comunicación Audiovisual de la universidad la recomendaba. Aún así, no conseguí quitarme el escepticismo del todo hasta que, de repente y acto seguido, al abrir Twitter me encontré con un usuario que decía: “si todavía no habéis visto The bodyguard, ya estáis tardando”.
No sé, puede parecer un poco raro o absurdo pero a mí me pareció una señal. Como os decía, al llegar a casa después de un día de lluvia y trabajo, necesitaba desconectar, poner la mente en blanco y simplemente disfrutar viendo algo que me gustara. El primer capítulo es una bomba, nunca mejor dicho (os prometo que esto no es un spoiler). Eso sí, a mí lo que me llegó a terminar de fascinar de esta miniserie fue cómo se empezaba a desenvolver. El protagonista principal me parece que tiene uno de los mejores papeles que se han hecho en las series últimamente, está fantásticamente forjado e interpretado. Muestra de ello es que sólo le hace falta medio piloto para llegar a comprender cómo es y quieras saber por qué.
Se juntan dos factores esenciales para que una persona se enganche a una serie: que te capten los propios personajes y que lo haga, al mismo tiempo, la trama. Y en este caso ocurren las dos. Bingo. De todas formas, más allá de lo que digan los críticos, que la describen como una de las mejores series de la temporada, o los millones de espectadores que ya la han visto a nivel mundial; lo que a mí llegó a conquistarme fue el gran fondo que tiene. Al final, no deja de ser la historia de personas que guardan universos escondidos debajo de una fachada, de una máscara al público. Esto no deja de ser un reflejo de quiénes somos nosotros mismos, personas que se dejan llevar por la corriente de la vida y que tienen que adaptarse a los distintos escenarios que conforman su día a día.
No nos comportamos igual en la oficina, en un bar de copas, en un restaurante o en un concierto; tampoco dependiendo de si nos miran o nos enfrentamos al espejo. Pero a veces ocurre algo, o alguien, que llega a conocer nuestra parte más íntima y honesta, y entonces sí, entonces podemos ser nosotros mismos. Y no sé por qué el ser humano es así, pero cuando eso ocurre ya puede estallar el mundo ahí fuera que, de repente, todo duele un poquito menos.