Creo que quedan pocas personas que todavía no la hayan visto y, quienes no lo hayan hecho, les animo fervientemente a que acaben este artículo y se lancen de lleno a visualizarla. Yo no caí por casualidad en la pantalla de La Casa de las flores, al revés, me lanzaron empujada y a la fuerza algunos de mis amigos. Lo curioso es que en concreto dos de ellos son en carácter, perspectivas vitales y en cualquier otra cosa que pueda configurar a una persona completamente diferentes. De hecho, están en las antípodas. Mi amigo Tom es el responsable, el que te dice siempre el camino que cree que has de escoger y a mi amiga Fa es, en cambio, la típica que tiene un carácter de vendaval que todo el mundo quiere ordenar.
Cuando me recomendaron esta serie no hice caso a ninguno de las dos, hasta que un día me escribió de nuevo Tom insistiéndome con que era una serie totalmente obligatoria. Me dijo: “si quieres, te ves sólo el piloto y, si no te convence, lo dejas estar”. Para que uno se haga la idea, me vi el primer episodio y esa noche acabé durmiéndome a las cuatro y media de la mañana llegándome a ver cinco capítulos. Que conste, además, que paré por puro orgullo. No contaré mucho sobre su sinopsis más allá de que es la telaraña de secretos de una familia mexicana que se empiezan a desenvolver a partir de un acontecimiento.
Me consta que se han escrito mil artículos por el gran recibimiento que ha tenido la serie a nivel mundial, así que tampoco me detendré en explicar mucho más la trama y las subtramas que la rodean. Diré, eso sí, que incluso dentro de su extravagancia, uno llega a conectar casi de manera inevitable con cada uno de los personajes. Desde mi punto de vista, la historia al final se centra en cómo los personajes reaccionan ante las distintas complicaciones que van aconteciendo. No deja de ser un reflejo esperpéntico de lo que es la vida en realidad, ese chiste malo a veces contado con gracia, un payaso riendo, una buena canción. Y, hablando de música, desde mi punto de vista uno de los grandes puntos fuertes de la serie es, precisamente, su banda sonora. De principio a fin se suceden temazos que van muy en conjunción con la historia y, sobre todo, con sus personajes.
Como siempre, no haré ningún spoiler sino que emplearé para acabar de describir esta serie la letra de uno de sus temas centrales, que canta algo así como “si sabías que no ibas a amarme, ¿qué ganabas con besarme?” porque al final esta, y toda historia, acaba hablando de lo mismo: de la supervivencia frente al dolor, de la necesidad de reinventarse, de ceder a veces con los que quieres, de equivocarte, de llorar, de saber convivir con la soledad, de la necesidad de mirar a los lados y encontrar una mano amiga, de nunca dejar de conocerse a uno mismo, de aceptarse y, sobre todo, de aprender incluso cuando crees que ya lo habías aprendido todo.