La casa de Ruffo di Calabria es uno de los linajes más antiguos de Italia. Ya en el año 1200 había miembros de esta familia que escribían de su puño y letra la historia del país transalpino, como es el caso de Giordano Ruffo, mariscal del extinto reino de Sicilia. Sin embargo, la princesa Scilla Ruffo di Calabria considera que la nobleza no es una cuestión de genealogía o heráldica, sino de responsabilidad, ejemplaridad y solidaridad.
La hija del príncipe Augusto Ruffo di Calabria y de la princesa Irma de Windisch-Graetz tiene 34 años y siempre ha tenido muy claro que los privilegios de su clase conllevan grandes responsabilidades. Por eso, estudió Ciencias Políticas en Londres y se adentró en el convulso mundo de la política italiana con la esperanza de marcar la diferencia.
Tras graduarse en la universidad, comenzó a trabajar para el asesor de Salud de la comuna de Milán y lanzó una iniciativa revolucionaria: las Centinelas de la Salud en la Pasarela, una brigada antianorexia que se encargaba de controlar el peso de las modelos contratadas para la Semana de la Moda milanesa. Después de dos años en política, dejó su puesto, en parte agotada por la burocracia y excesiva organización de las instituciones.
Entonces, casi por accidente, Scilla descubrió su verdadera vocación: la música. Un amigo le pidió que pinchara en la inauguración de una galería de arte y la principessa arrasó con su set. La prensa italiana no tardó en bautizarla como 'la princesa DJ'. Con 26 años, ya pinchaba en las fiestas más divertidas de Milán y en las bodas de la aristocracia, como en la de su amigo el príncipe Antonius von Fürstenberg y la condesa Matilde Borromeo. Desde entonces, ha llevado su música por todo el mundo: Roma, Hollywood, Estambul, Dubái, Dubrovnik, Madrid… España ocupa un lugar especial en su corazón. Su hermana, Fabrizia Ruffo di Calabria, está casada con el español Borja Benjumea de Soto y ella, naturalmente, pinchó en el enlace.
Pero la princesa Ruffo di Calabria nunca ha dejado de lado su faceta solidaria. Es miembro de la Cruz Roja y enfermera de la Orden de Malta, con la que cada año viaja al Santuario de Lourdes, en Francia, para asistir a pobres y enfermos. Ahora ha encontrado el mix perfecto entre música y solidaridad. Con la ayuda de dos amigas ha creado Who Gives a Funk, un festival musical con fines benéficos. La idea es sencilla: entretener a la gente en escenarios únicos e íntimos de Italia, mientras se recaudan fondos para buenas causas.
Este jueves, Scilla fue la anfitriona del primer concierto de Who Gives a Funk. El cantante elegido: el británico King Charles. El escenario: Garage Italia, el fabuloso taller milanés donde Lapo Elkann personaliza coches de lujos para los ricos y famosos. El motivo: todo lo recaudado fue destinado a ayudar a Lucchia, una joven de 20 años que sufre cuadriparesia espástica y que debe ser operada y someterse a un tratamiento de rehabilitación en la clínica Tirol Klinik de Innsbruck. El resultado: ¡Un éxito rotuno! La principessa y sus socias colgaron el cartel de “entradas agotadas”. Y esto es solo el principio. Scilla ya está pensando en el siguiente concierto benéfico. Nobleza obliga.