Harry de Inglaterra, el nieto favorito de la reina Isabel
Harry de Inglaterra es hoy día el más carismático de los Windsor. Lo que en su caso concreto tiene un valor añadido, porque cuesta reconocer a aquel joven irreverente de otro tiempo. Le llevó muchos años digerir la trágica muerte de su madre, Diana de Gales, y permaneció a la deriva durante décadas marcado por su pérdida, que no pudo superar hasta cerca de los treinta: “Mi búsqueda comenzó cuando tenía alrededor de 25 años. Necesitaba solucionar los errores que estaba cometiendo. Mi madre murió cuando yo era muy joven. Yo no quería estar en la posición en que estaba, pero finalmente saqué la cabeza fuera de la arena, empecé a escuchar a la gente y decidí utilizar mi papel para el bien. Ahora estoy entusiasmado y lleno de energía y amo la labor humanitaria, conocer a gente y hacer reír”. Al final sus causas han hecho de él todo un hombre y todo un Príncipe. Pero no uno corriente.
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El príncipe Harry enamora. Tiene un algo que gusta a cada quien: su amabilidad conquista a los padres; su físico seduce a las mujeres; su osadía (en primera línea de fuego en el campo de batalla y de la vida) admira a los valientes; su empatía con los desfavorecidos conmueve a los solidarios; su compromiso con la Corona enorgullece a los monárquicos, y su sentido del humor le granjea las simpatías que pudieran faltar, incluso entre los que no tienen confianza en la institución. Unas virtudes aderezadas con partículas de estrella, mezcla que recuerda a su madre, la irrepetible Diana de Gales; mezcla que maravilla primero de todos a su abuela, Isabel de Inglaterra. Su Real Majestad participa de su sentido de la diversión, se presta a sus juegos y, gracias a una lección aprendida del pasado, le anima a recorrer su propia ruta: “Ella es tan sorprendente, nos dejó elegir nuestro camino. Mi abuela dice que hay que tomarlo con calma y tener tiempo para nosotros”.
Y la propia senda de Harry de Inglaterra continúa por nuevos derroteros el próximo 19 de mayo junto a Meghan Markle y con la aprobación afectuosa (dentro de la formalidad de una carta de validez a la boda) de Isabel II: “Señores, declaro mi consentimiento al matrimonio entre mi más querido y apreciado nieto, el príncipe Harry Charles Alberto David de Gales, y Rachel Meghan Markle, y solicito su registro en los libros del Consejo Privado”. Estas pocas palabras, “mi más querido y apreciado nieto”, han bastado a los buenos entendedores, que habían visto en cada confidencia, en cada risa, en cada beso entre abuela y nieto una significativa muestra de este cariño especial.
La reina Isabel es la primera de todos los demás. Quien conoce al príncipe Harry cae sin remedio en su red de amistades. El Príncipe puede presumir de tener grandes amigos en la política, como Barack y Michelle Obama; en el mundo del espectáculo, como las cantantes Joss Stone y Rihanna o el actor Sam Branson, hijo del multimillonario Richard Branson, y en el deporte como David Beckham o Nacho Figueras. Es, de hecho, uno de los pilares fundamentales de la monarquía británica, junto a los Duques de Cambridge, y ahora que se casa y comparte agenda oficial con su prometida es también una de las mejores bazas para promocionar la imagen del Reino Unido.
Harry de Inglaterra es además un Príncipe intergeneracional. Tiene un don para conectar con todo tipo de gente de todo rango de edad. Lo mismo colma de atenciones a una dama nonagenaria que a chavales en la difícil etapa de la adolescencia que a un precioso bebé de meses… Y si tiene que saltarse el protocolo para hacer feliz a su público se lo salta, como pasó en la ciudad de Birminghan cuando invitó a Sophia Richards de diez años, que le había dicho que quería ser actriz como Meghan, a saltarse la línea de seguridad para encontrarse juntos con la futura princesa.
Es en definitiva el príncipe azul de la insigne figura y las nobles gestas, que todos aplauden y por el que muchas suspiran (aunque él solo corresponda los suspiros de Meghan). Harry de Inglaterra no se arrellana en los aposentos reales. Es inconformista, emprendedor y, como sus grandes protegidos de los Juegos Invictus, guerrero. Nada le detiene si se trata de combatir una injusticia o de salvar a su amada de las fauces de la calumnia, del racismo, del acoso. Salió a su rescate, lo que no ocurrió con Cressida Bonas o con Chelsy Davy, marcando la diferencia con un comunicado oficial como único escudo y sus razones como única arma, igual que en su día hiciera su hermano mayor, el príncipe Guillermo, para proteger a su princesa, Kate Middleton. Un gesto de caballero (el Príncipe se confesaba preocupado por la seguridad de su novia y profundamente decepcionado por no haber sido capaz de protegerla), con el que además hizo oficial su relación de unos pocos meses con la chica que con el debido tiempo ha resultado ser “la mujer con la que estoy a punto de casarme”. Gana tonalidad azul con los años, con los actos y con las declaraciones. Seguro que ya se lo dice su abuela.