Dos meses después de que saltara el escándalo de Harvey Weinstein, los testimonios contra el productor no cesan. Ahora ha sido Salma Hayek la encargada de pronunciarse acerca de la tortura que vivió por culpa del legendario productor de Hollywood, al que se ha referido como “mi monstruo”. Después de que actrices como Gwyneth Paltrow, Mira Sorvino, Angelina Jolie, Ashley Judd o Annabella Sciorra relataran sus experiencias con Weinstein, es ahora la esposa del magnate francés Francois-Henri Pinault la que ha roto su silencio. Hayek ha explicado que no ha querido hablar antes porque no consideraba su voz importante después de que tantas personalidades hubieran contado su experiencia y porque llevaba años ocultando ciertos detalles a sus seres queridos.
Pero se ha armado de valor y ha comenzado su relato. "Harvey Weinstein era un cinéfilo apasionado, alguien que tomaba riesgos, un promotor del talento fílmico, un padre amoroso y un monstruo. Durante años, fue mi monstruo". La confesión de la actriz no se centra tanto en lo que pasó a solas con Weinstein, sino en describir con detalle cómo se inicia y desarrolla una situación de acoso entre un hombre poderoso y una aspirante a actriz y productora. Todo ocurrió en 2002 mientras se fraguaba la película Frida. Salma logró que Weinstein, por entonces jefe de Miramax y todopoderoso productor, se hiciera cargo del proyecto. Fue a través de su amistad con el director Robert Rodríguez y su esposa entonces, la productora Elizabeth Avellan. “Sabiendo lo que sé hoy, me pregunto si fue mi amistad con ellos (y Quentin Tarantino y George Clooney) lo que me salvó de ser violada”, cuenta.
Nada más comenzar su relación con Weinstein, su vida se convirtió en un auténtico calvario. Él sin duda trataba de obtener favores sexuales a cambio de su implicación en el proyecto, pero la palabra de Hayek día tras día fue “no”. “No a abrirle la puerta a todas las horas de la noche, en un hotel tras otro, en una localización tras otra, donde se presentaba de repente, incluyendo una localización donde yo estaba haciendo una película en la que él ni siquiera participaba”. “No a ducharme con él”, continúa Hayek, “no a mirarle mientras se duchaba, no a dejarle darme un masaje, no a dejar que una amiga suya desnuda me diera un masaje, no a dejarle que me hiciera sexo oral, no a desnudarme con otra mujer”. La actriz asegura que “con cada rechazo llegaba la ira maquiavélica de Harvey”. En una ocasión, el productor llegó a decirle: “Te mataré, no creas que no soy capaz”.
Weinstein trató de desvincularse del proyecto cuando llegó a la conclusión de que no llegaría a nada con Hayek, pero la actriz logró mantener Frida en pie gracias a sus abogados, reunir dinero por su cuenta y reclutar actores de primer nivel sin ayuda del productor. Cuando Weinstein se vio atado al proyecto, el acoso pasó a la propia película. El productor pidió que el personaje de Frida Khalo fuera más sexy. En un momento dado, exigió que hubiera una escena de sexo lésbico en el que se viera a las actrices completamente desnudas. La directora, Julie Taymor, le convenció de que fuera una escena de un tango entre el personaje de Hayek y el que interpretaba Ashley Judd, que acabaría en un beso entre ambas. “Para entonces, tenía claro que no me dejaría acabar la película sin obtener su fantasía, de una forma o de otra”, escribe Hayek. El día que rodaban esa escena, la actriz sufrió un ataque de ansiedad. Hayek se puso a llorar y acabó vomitando ante el asombro de todo el equipo.
Una vez concluida y después de ver un montaje preliminar, Weinstein decidió que no era lo bastante buena para estrenarla en cines y que la iba a mandar directamente al mercado de vídeo. La directora fue la que peleó para conseguir que se estrenara en un solo cine en Nueva York y de este modo probar la reacción del público. La respuesta fue muy buena. Finalmente, la película se estrenó, fue un éxito de crítica y le valió a Weinstein seis nominaciones al Oscar, de los que ganó dos.