Bibiana Fernández comienza una nueva vida. Tras haber vendido su chalet de Boadilla del Monte a dos de sus grandes amigos para saldar parte de su deuda con Hacienda, la actriz se ha ido a vivir a un piso en Chamberí donde parece haberse adaptado a la perfección. De este modo la actriz pone fin a la pesadilla que ha vivido en estos últimos meses. Bibiana tenía de plazo hasta el pasado 21 de agosto para vender su casa y saldar así parte de su deuda con el fisco. Lo consiguió, y no dudó en revelas a través de su cuenta de Instagram que los compradores han sido dos de sus mejores amigos, Alaska y Mario Vaquerizo.
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“Cuando menos lo esperas todo sale bien", anunció en su cuenta de Instagram junto a esta foto. "Ellos se quedan con la casa, no puede estar en mejores manos, volveremos cienes y cienes de veces", ha añadido. Bibiana respira tranquila porque sabe que su "patrimonio emocional", queda al cuidado de sus íntimos amigos -desde árboles plantados en memoria de amigos fallecidos hasta una pared pintada por David Delfín para ella-.
El fin de esta complicada etapa se lo debe a sus amigos que han explicado el porqué de la compra de esta casa. Ellos quisieron ayudar a su amiga y no quisieron perder esta oportunidad: “Todo surgió de una manera muy natural, que es como surgen las cosas bonitas. Las cosas cuando se desean de forma sana, fluyen. Bibiana venía dándole vueltas y un día nos lo comentó y pensé que no podíamos Olvi y yo dejar escapar esta oportunidad”, confesó Mario en el programa de Ana Rosa Quintana, donde Bibiana es colaboradora.
Mario Vaquerizo y Alaska viven en Gran Vía y su intención es seguir viviendo en esa casa. “Esta casa será la de veraneo. Vamos a ir todos juntos con Bibiana. Alaska y yo hemos pensado que la vamos a llamar Casa Bibiana”
Para la intérprete de Tacones lejanos ha sido muy triste despedirse del que ha sido su hogar desde 1995, pero se ha mostrado muy agradecida por la compra. “El año pasado se lo dejé caer a ellos y, al pasar el tiempo y yo habiendo conseguido otra casa para vivir, un día estabamos en casa bañándonos y les conté que había venido una persona interesada a la que me planteaba rebajársela un poquito y ellos me dijeron que cabía la posibilidad de que se la quedaran ellos y yo dije que ojalá, pero no quise insistir más para no presionar”. Finalmente ellos fueron los compradores.