El embajador de Estados Unidos en nuestro país, James Costos, se ha despedido del que ha sido su hogar los últimos tres años con una gran fiesta en la que no faltaron invitados muy reconocidos. La cena de gala que se celebró en el Museo del Traje tenía como objeto celebrar el cumpleaños del embajador, tal y como señalaba la invitación, además de decir adiós a tntas amistades que ha hecho en este tiempo. Comienza para él con el próximo relevo en la Casa Blanca –Donald Trump será investido este viernes 20 de enero-, una nueva etapa.
En la velada no faltaron Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, la Baronesa Thyssen y Miriam Lapique, además de Carolina Herrera y su marido Miguel Báez ‘El Litri’ y Nuria March. En la lista de invitados estaba además la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada que, reapareció tres meses después de su separación del periodista Pedro J. Ramírez.
La diseñadora, que combatió el frío con un anorak de plumas en color azul sobre su vestido de noche, fiel a su estilo con muchos y alegres colores, sorprendió con su nueva imagen. Radiante y sonriente, con un maquillaje y peinado muy favorecedores, se unió a esta velada llena de glamour y encanto.
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A principios del mes de noviembre se conoció la noticia de la separación de Ágatha y Pedro J. Ramírez tras 30 años juntos –la adelantó el diario El economista y la confirmó HOLA.com de fuentes cercanas a la pareja-. Una semana después, el periodista daba a conocer a Cruz Sánchez de Lara, la nueva mujer en su vida, mientras que la diseñadora continuaba centrada en la expansión internacional de su firma. Estuvo en Colombia, donde inauguró su primera tienda en Latinoamérica, en Guatemala, México y Perú, una gira tras la que habló de su separación –a finales del citado mes-.
“Siempre he tenido claro que quería que mis diseños llegasen e hicieran feliz a cuanta más gente posible, que estuvieran en todas las casas” explicó, reflejando la ilusión y las ganas que tenía de seguir adelante. Y es que el trabajo le permitió evadirse de su situación personal. “En la época de mi madre, que no trabajaba, estas cosas eran durísimas, porque el disgusto duraba treinta años. Pero el trabajo me está ayudando muchísimo” dijo entonces.