Hubo una vez una estrella que apareció en el cielo para indicarles a unos magos el camino de Belén. Esa mágica estrella, que no es otra que la de Navidad, sigue iluminando hoy los corazones de todos aquellos que creen que el amor vence al odio, la luz vence a la sombra y el sencillo vence al soberbio.
Que la estrella de Navidad alumbre las mentes y los sentimientos de todos —y no solo estos días, sino también durante todo el año— para que la solidaridad sea la virtud que más brille entre los hombres y para que el buen entendimiento sea la auténtica moneda de cambio entre los pueblos.
Tal vez unos versos nos acerquen más a comprender el sentido de aquella estrella que un día condujo hasta Belén a los Magos de Oriente:
Esta noche ha nacido una estrella y de pronto se ha puesto a llorar porque no soportaba la pena de ver nacer a Dios en un portal. Una estrella ha nacido en el cielo y su piel se llenó de temblor porque, siendo su cuna tan alta, en la Tierra lloraba el Señor.
Esa estrella que ha nacido tiene luz, pero no es luz: es la gloria y es el brillo que le da el Niño Jesús.
Esa estrella que ha nacido nació para iluminar los senderos y caminos que conducen al portal.
¡Feliz Navidad en buena armonía y en paz!