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perfecto 17

¿Imperfecciones humanas?: la perfección de la Naturaleza

Yul Brynner, Audrey Hepburn, Kate Moss, J. Lo o Gisele Bundchen convirtieron el 'pero' en la clave de su éxito


25 de julio de 2016 - 21:40 CEST

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Por una mirada... un mundo. El verso no especifica ni color (verdes, azules, negros o marrones); ni tamaño (grandes o pequeños); ni otras características (jóvenes o maduros, más o menos almendrados, profundos o misteriosos...). Pero es que Gustavo Adolfo Bécquer era un romántico, y nosotros... no. Hoy un párpado caído (de envejecimiento o de nacimiento, lo mismo da) tiene el desprecio ganado en cada miradita de reojo al espejo; tiene la guerra declarada por un ejército rival de féminas y por la armada invencible de expertos en belleza, y tiene los días contados a pinchazo de jeringa botoxiana y corte de bisturí.

Sin embargo, hubo quienes hicieron de su caída de párpado, la caída de los prejuicios estéticos: su particular mirada Acero Zoolander. James Dean (arriba a la izquierda de la imagen), un icono gigante del séptimo arte, deba tal vez su leyenda de rebelde sin causa precisamente a unos ojos que escondían más que enseñaban, a unos ojos que se resistían a confesarse, pero que invitaban a indagar el misterio; Kate Moss (abajo a la izquierda), top de altura hoy, acaso sin dar la talla en otro tiempo, tocó techo y derrocó a las mismísimas reinas de las pasarelas de los noventa, de obvia belleza, instaurando el nuevo reinado del encanto de la insinuación; y la oscarizada Renée Zelwegger (a la derecha), luceros de la gran pantalla (¿quién podría desear otra Renée distinta a nuestra Renée?), son algunos ejemplos.

Pero puestos a apropiarse de las miradas verdaderamente más alucinantes, por qué no copiar (o aspirar al menos) las pupilas del citado Bécquer en su visión del mundo, del renacentista Miguel Ángel en su clarividencia artística, del físico Albert Einstein en sus teorías visionarias, de la embajadora de Unicef Audrey Hepburn en su mirar a África o de la beata Teresa de Calcuta en su continuo discurrir en contemplación de los más necesitados. Envidiables de verdad porque vieron y porque miraron; por cómo vieron y por cómo miraron.

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