Mar, peinada con raya en medio y ondas en un recogido, llevaba un vestido en color blanco del diseñador francés, Christian Lacroix, y Javier Merino, el clásico chaqué

Después de la ceremonia, los novios emprendieron su luna de miel. Un viaje de veinte días en el que la pareja recorrerá Asia

 

El pasado 25 de octubre en el Cortijo de la Reina, Mar Flores dio el tradicional sí quiero a Javier Merino, en una ceremonia estrictamente privada a la que asistieron 80 invitados además de los familiares de los contrayentes.

Fueron padrinos del enlace el padre de Mar y la madre de Javier. La novia, cuyo ramo era de orquídeas, nardos y verdes finos, hizo su entrada a los sones de la banda sonora de La misión, una película muy importante para los novios.

Mar, peinada con raya en medio y ondas en un recogido, llevaba un vestido en color blanco del diseñador francés, Christian Lacroix, muy entallado, con cola, bordado con finos hilos de oro con quince brillantes engarzados y escote palabra de honor, que dejaba al descubierto sus hombros.

En vez del tradicional velo, la modelo lucía la mantilla antigua de encaje de Bruselas y punto de aguja, que llevó en la boda de Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo.

El novio, por su parte, llevaba el clásico chaqué, idéntico al del hijo de Mar el pequeño, Carlo, que se encargó de llevar las arras hasta el altar. Los novios intercambiaron sendas alianzas, de oro blanco y brillantes, muy similares a las que en su día llevaron Brad Pitt y Jennifer Aniston.

Después de la ceremonia, el restaurador Alfonso de Jerez sirvió un aperitivo seguido de una cena con ocho platos diferentes. Finalmente, los novios emprendieron su luna de miel, un viaje de veinte días por Asia.

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