Hace un siglo, una española de 17 años llamada Anita Delgado llegaba a Bombay. Dos días más tarde, en la estación bautizada en honor de la reina Victoria, cogía un tren para cruzar la India hacia el norte, hacia las estribaciones del Himalaya. Iba a casarse con el riquísimo maharajá de Kapurthala, que la había conocido un año antes en Madrid y que se había enamorado locamente de ella. La que estaba a punto de convertirse en la princesa española del reino de Kapurthala se quedó muda de admiración ante el lujo del vagón de tren: "Las paredes eran de caoba, las lámparas de bronce, la vajilla inglesa y el conjunto estaba tapizado de terciopelo azul y plata. El agua era de Évian. Nada más subir al vagón, cuatro sirvientes se arrojaron al suelo, tocando mis pies con una mano." Aquellos maharajás y príncipes de la India, tan excéntricos como ricos, viajaban en sus propios trenes con sus esposas, sus músicos, sus concubinas y sus sirvientes. Hoy en día, esa tradición sigue viva, y no es necesario ser un maharajá para disfrutarla. Como lo hizo Anita Delgado, cualquiera con ganas de descubrir la India y con medios para hacerlo puede embarcarse en la estación Victoria de Bombay en un nuevo tren que haría palidecer de envidia a los antiguos maharajás. Con sus salones y salas de reunión, su videoteca, sus dos bares y sus tres restaurantes, sus dormitorios suntuosos y hasta un propio spa con sauna y sala de masaje, el 'Deccan Oddissey', inaugurado en 2003, se ha convertido en uno de los trenes mas prestigiosos del mundo. Los criados ya no se tiran a besar los pies de los pasajeros, pero un mayordomo asignado a cada compartimento y uniformado como un paje de la antigüedad, recibe con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Deseamos un té, un refresco, un whisky, un periódico? Nada es imposible en el Deccan Oddissey.
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