Viajes

(Venezuela)

El Parque Nacional de Canaima y el salto Angel

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El parque se encuentra formado por centenares de 'tepuyes', montañas de cima chata y tabular.

El salto de la laguna, en plena selva venezolana.

Al Sudeste de Venezuela, en las lindes con Guayana y Brasil, el Parque Nacional de Canaima se extiende a lo largo y ancho de unos 30.000 kilómetros cuadrados. Es decir, que es algo más grande que Galicia, aunque no es tanto por su tamaño como por su valor ecológico y su singularidad por lo que fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco en 1994.

Alfombrado por sabanas, selvas densísimas y valles atravesados por grandes ríos, Canaima es conocido como la tierra de los tepuyes, unas peculiarísimas montañas de cima chata y tabular que pueden verse en pocos sitios más fuera de la Gran Sabana venezolana. En el parque hay cerca de un centenar de esta especie de mesetas de roca cercadas por escarpados acantilados de paredes verticales que se elevan hasta 2.000 metros por encima del altiplano. Además de su peculiarísima morfología, los tepuyes, formados hace unos 400 millones de años, albergan en sus cimas una flora y una fauna totalmente distintas a las de la selva circundante. Debido tanto a su aislamiento como a la altitud, albergan en lo alto infinidad de especies endémicas y pueden ser considerados como una suerte de islas ecológicas que revisten un valor excepcional para los naturalistas.

Entre sus tepuyes figuran algunos tan famosos como el de Roraima, el de Chimata, el de Kukenán y, sobre todo, el Auyan-Tepuy, en el que encontrar el tesoro quizá más codiciado de todo el parque: el salto Ángel, o Kerekupai Merú, un impresionante torrente de agua que ofrece desde su cima una caída libre de casi un kilómetro y que puede presumir de ser la cascada más alta del planeta.

Fue en 1937 cuando Jimmie Angel se convirtió en el 'descubridor oficial' de esta maravilla. Este aviador norteamericano, que tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en lo alto del tepuy, buscaba oro por estos parajes cuando dio con la perfección y la elegancia de este monumento de la Naturaleza que pasó a la posteridad con su nombre. Hoy el salto Ángel, de alguna manera, se ha convertido para Canaima en el oro que buscaba aquel aventurero, ya que es el absoluto protagonista de las excursiones que río arriba se organizan en curiara –la piragua tradicional de los indios pemón que habitan la zona– y hasta de los vuelos en helicóptero o avioneta que pueden hacerse sobre su inmensidad. Siempre y cuando el vértigo no le juegue a uno una mala pasada, avistar desde lo alto su atronador torrente y sobrevolar sus inmediaciones, con los quiebros y caídas con los que los pilotos más expertos suelen amenazar a los viajeros, es una de las experiencias más emocionantes que puedan concebirse.

Sin embargo, la inmensidad de Canaima da todavía para mucho más: hay muchos otros saltos, como el Kukenán, el Aponwao o el Torón Merú; están las caminatas por la sabana y las travesías por sus ríos, la belleza de la laguna de Canaima o las visitas a las aldeas de la etnia pemón, que ha vivido desde tiempos ancestrales en esta porción de Naturaleza salvaje del territorio venezolano.

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