Roma también soñó con África

El Coliseo de El Jem, los templos, foros y teatros de las ruinas de Dougga, Sbeitla o Bulla Regia, lo que quedó de la Cartago romana... Túnez es dueña y señora de una generosa porción de la monumentalidad con la que Roma sembró, también, la otra orilla del Mediterráneo.

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Al grito de “Delenda est Cartago”, la frase con la que Catón el Viejo gustaba al parecer finalizar sus discursos en el Senado en los días de las Guerras Púnicas, las tropas de Escipión masacraron en el 146 a.C. a la eterna rival de Roma por la hegemonía del Mediterráneo. Cartago, cuyas ruinas quedan hoy a tiro de piedra de la capital de Túnez, fue destruida, y en vista de lo poco que queda de su época fenicia cabe pensar que quizá sea algo más que una leyenda la afirmación de que incluso fue rociada con sal para que no volviera a crecer nada sobre su suelo. De lo que sí queda algo más es de la colonia Julia Cartago, que sobre sus cenizas fundara el poderoso Octavio, que acabaría convirtiéndose en la capital de la provincia romana de África y en la segunda ciudad del imperio, morada de hasta casi medio millón de almas.

Bajo el hoy barrio residencial de Cartago se cree que quedan sepultados muchos de sus yacimientos, mientras que otros lucen perfectamente a la vista, como el santuario del Tophet, las termas de Antonio y las de Gargilius, las cisternas de Malga, el odeón, las villas romanas, el teatro de Adriano o los puertos púnicos, que ahora son lagunas estancadas.

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Sin embargo, más incluso que en Cartago, los auténticos tesoros romanos que pueden admirarse hoy en Túnez habrá que buscarlos en yacimientos con nombres mucho más anónimos, aunque superiores en estado de conservación. Prueba de ello es, sobre todo, el coliseo de El Jem, el más espectacular en tierras africanas, con sus gradas para albergar hasta 30.000 espectadores y su planta elíptica de 36 metros de altura, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Todo perfectamente en pie, como una alucinación, en medio del reseco poblado de casitas bajas que humildemente se postra alrededor del coliseo en esta región que, en tiempo de los romanos, ofició como una gran capital comercial del aceite. 

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Y además de El Jem, todo un puñado de ciudades que desde el siglo II hasta el V fueron brotando por las geografías del actual Túnez, y que convierten el país en uno de los escenarios de fuera de Europa que atesoran uno de los patrimonios romanos del Mediterráneo. Ahí está el acueducto de Zaghouan, los templos y termas o el impecable anfiteatro sobre las calles pavimentadas de Dougga, la mejor preservada de las antiguas ciudades romanas de Túnez; las ruinas de Sbeitla, las de Bulla Regia y las de Thuburbo Majus. O la emocionante y vastísima colección de mosaicos que, a las afueras de la capital, conserva el antiguo palacio de los beys, hoy transformado en el Museo del Bardo, rivalizando con las no menos impresionantes del museo de la ciudad de Sousse, proponiendo otras dos etapas imprescindibles para entender lo que llegó a ser la Túnez romana. 

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GUÍA PRÁCTICA

Moverse por Túnez
Aunque Túnez sea un destino clásico de los viajes organizados en grupo, en realidad se lo pone muy fácil a quienes prefieran moverse por libre en transporte público o un vehículo de alquiler.

Dónde dormir
En el barrio de la kasbah de la ciudad vieja de Túnez, Dar El Médina (darelmedina.com), con solo cinco habitaciones y siete suites alrededor de un par de patios, es una antigua mansión transformada en el hotel con más encanto de la capital, donde se recibe a sus huéspedes con la tradicional hospitalidad árabe. Más moderno, el sofisticado Villa Didon (villadidoncarthage.com) de Cartago. Y ya en otro estilo, The Residence (theresidence.com), un cinco estrellas frente a la playa, con 170 habitaciones y suites, amén de un suntuoso centro de talasoterapia y hasta media docena de restaurantes.

Dónde comer
En el corazón de la ciudad antigua de Túnez capital, el restaurante gastronómico Dar El Jeld (dareljeld.tourism.tn) puede presumir de ser una de las mejores mesas de la capital en las que probar la más refinada cocina tunecina. También en Cartago, el a la última Le Rest'ô, con mobiliario de Philippe Starck y despampanantes vistas sobre la había, en el mencionado hotel Villa Didon.

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