Carolina de Mónaco, que nos inspira a todas, tiene también sus propios modelos. Asistió al último Baile de la Rosa con su vestido más original, que evocaba a los muchos llevados por Emilie Flöge, la compañera del pintor Gustav Klimt, uno de los representantes del movimiento modernista de la Secesión de Viena, leit motive del evento clave del Principado.
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La Princesa, siempre elegante, dio la bienvenida a la primavera el pasado sábado en la sala de las estrellas del Sporting Monte Carlo con una creación de la maison de Chanel. Irrumpió en la estancia ante las miradas pendientes de los 900 invitados al baile con un atuendo grandilocuente. El vestido constaba de una parte superior con un patrón geométrico de pequeños triángulos blancos y negros, rematada por una banda de raso de color rosa empolvado, y una falda blanca con motivos en negro y chispas de oro que terminaba, al igual que las mangas, con volantes de gasa bordeados de negro. El cuello de cisne, de color negro, estaba decorado con un cuadrado de oro adornado a su vez con piedras de colores.
Después de Cuba, del constructivismo ruso, de las mil y una noches de Marruecos, de la Movida Madrileña… la Secesión de Viena, versión austríaca del Modernismo, vestía la primavera monegasca. Los admiradores de las pinturas de Gustav Klimt, figura clave este movimiento artístico, no tardaron en darse cuenta de que el vestido de la Princesa se inspiraba en la obra del artista y más concretamente en los vestidos de su compañera y modelo favorita, Emilie Flöge, diseñadora de renombre en Viena a principios del siglo XX, antes de la Segunda Guerra Mundial arruinara su casa de moda.