De largo o de corto, de gala o de sport, de rojo, azul o verde... Da igual el estilismo que luzca Carolina de Mónaco porque siempre está radiante y destila elegancia. Si el año pasado la gran protagonista de la procesión por la festividad de San Juan fue Charlene por la cercanía de su boda con el príncipe Alberto, este año ha sido la hermana del soberano monegasco la que se ha convertido en la 'reina' del balcón del palacio.
Muy sencilla, con un veraniego vestido blanco y joyas doradas (llamó especialmente la atención el collar con forma de mariposa que lució en su cuello), la princesa Carolina derrochó una vez más la simpatía y cercanía que le caracteriza. Eso sí, su mejor aliada es, sin duda, su sonrisa, que este fin de semana cautivó a los monegascos que bailaron y participaron en la tradicional hoguera.
El recibimiento no pudo ser más caluroso y Carolina de Mónaco no dejó de saludar a sus conciudadanos y agradecer todas las muestras de cariño de todos los que se acercaron a los alrededores de palacio para vivir con ella esta fiesta tan señalada. Además, la princesa tampoco perdió la oportunidad de comentar la vistosidad de los trajes regionales y de los bailes junto al coronel Luc Fringant y el padre César Penzo, que le acompañaron en el balcón durante todo el acto.
A punto de celebrar su primer aniversario de boda, los grandes ausentes fueron Alberto y Charlene, que han pasado unos días separados ya que la princesa puso rumbo a Los Ángeles en un viaje privado en el que, aunque no ha estado junto a su marido, sí le ha acompañado su hermano Gareth y la novia de éste, Roisin. Se desconoce la duración de la estancia de Charlene al otro lado del charco, un descanso más que mercedido después de cumplir con su ajetreada agenda oficial, pero eso sí, los monegascos no dudan de que volverá al Principado a tiempo para celebrar su primer año de matrimonio con el príncipe Alberto.