Si hay un lugar donde Carolina de Mónaco se siente a gusto es Saint Remy de la Provenza (Francia). Allí decidió instalarse con sus hijos Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi para vivir por largo tiempo una existencia libre entre campesinos y para curar su malherido corazón por la muerte de su marido Stefano Casiraghi. Allí, paseando por el pueblo de la mano de sus hijos con su cesta de mimbre y sus vestidos provenzales, recogiendo flores con la niña de sus ojos, montando en bici o a caballo por el campo…, la princesa Carolina superó el duelo y volvió a sonreír. Y allí regresa siempre que tiene oportunidad para recuperar aquella vida anónima y campechana. Esta vez, ha vuelto para pasar unos días de Semana Santa con su otra inseparable niña, la princesa Alejandra. Madre e hija, como dos lugareñas más, con las barras de pan y las compras matutinas, asistieron el Domingo de Resurrección a misa en la iglesia de Saint Remy. Pura sencillez.