Considerado como uno de los escándalos más sonados de la Francia del siglo XVII, el llamado Asunto de los venenos movió los cimientos de la sociedad gala. El caso se destapó en 1679 cuando el Jefe de la Policía de París, Nicolas de la Reynie (1625-1709), desveló tras una investigación que una serie de prominentes aristócratas y burgueses había estado haciendo uso de una red de adivinadores y clarividentes a los que compraban drogas y venenos para usarlos contra sus enemigos. Más de trescientas personas fueron detenidas y 36 de ellas condenadas a muerte. Entre los implicados destacaba Madame de Montespan (1640-1707), la amante del rey Luis XIV, quien fue acusada de usar sortilegios para ganarse el favor del Monarca, de participar en misas negras y de intentar envenenar a su rival en la Corte, la joven Mademoiselle de Fontanges (1661-1681). Pese a que los cargos contra Montespan nunca fueron probados, el daño para la institución monárquica a raíz de este caso fue más que considerable.
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El Asunto de los venenos comenzó en 1675 a raíz del juicio a la Marquesa de Brinvilliers. Esta aristócrata, compinchada con su amante, Godin de Sainte-Croix, habría envenenado a su padre y a sus dos hermanos para heredar las propiedades de la familia. El proceso, que terminó con la ejecución de la Marquesa, no solo hizo correr ríos de tinta en los periódicos franceses, sino que dio lugar a un ambiente de paranoia en la sociedad gala, cuyos miembros temían ser víctimas de envenenamientos indiscriminados a manos de indeseables. Tanto fue así que el propio rey Luis XIV, alarmado ante un posible complot en su contra, comenzó a hacer uso de catavenenos, una figura propia de la ya por aquel entonces lejana Edad Media.
El caso estalló definitivamente cuando la pitonisa Magdelaine de la Grange fue detenida tras las pesquisas llevadas a cabo por Nicolas de la Reynie, el jefe de la policía metropolitana de París. De la Grange, muy bien relacionada, intentó conseguir en vano su libertad apelando a su amigo el Marqués de Louvois al que confesó que conocía los nombres de una red de hechiceros y magos que no solo se dedicaban a leer manos o vender inocentes afrodisiacos, sino que además vendían potentes venenos.
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Pese a que no salvó la vida de De la Grange —terminó siendo ejecutada en la horca—, su confesión originó una ola de detenciones de videntes en París acusados de traficar con venenos. Entre ellos se encontraba Catherine Deshayes Monvoisin, más conocida como La Voisin, quien tras su arresto no dudó en apuntar a importantes miembros de la Corte de Versalles entre los clientes que habían adquirido sus pócimas mortales. Las identidades de éstos no tardaron en trascender: Olympe Mancini, Condesa de Soissons y antigua amante del Rey, su hermana Marie Anne Mancini, Duquesa de Bouillon, François Henri de Montmorency-Bouteville, Duque de Luxemburgo y, sobre todo, la amante oficial del Rey o maîtresse-en-titre, Françoise-Athénais, Marquesa de Montespan.
La Voisin, que finalmente sería ajusticiada en la hoguera por brujería, afirmó en los interrogatorios que la Marquesa de Montespan le había comprado innumerables afrodisiacos para resultar irresistible al Rey y que incluso la aristócrata había celebrado varias misas negras —La Voisin llegó a afirmar que la Marquesa había ofrecido su cuerpo al demonio en contraprestación a sus favores dando incluso el nombre del sacerdote que oficiaba los ritos ocultistas— para garantizarse su posición como amante privilegiada del Monarca frente a sus rivales. En especial se refirió en este sentido a Mademoiselle de Fontanges, mucho más joven que la Marquesa, a quien Montespan habría planeado liquidar con un veneno. La Voisin, probablemente llevada por la desesperación de su comprometida situación, fue más allá y acusó a la Marquesa de pretender asesinar al mismo Rey.
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Françoise de Rochechouart de Mortemart había nacido 5 de octubre de 1640 en Lussac-les-Châteaux en una familia de abolengo. En 1663, después de haber sido dama de la corte de la princesa Enriqueta Ana Estuardo de Inglaterra y de María Teresa de Austria, casó con el Marqués de Montespan, con el que tuvo dos hijos. Pronto la belleza de la Marquesa llamó la atención de la corte francesa y ella, de personalidad ambiciosa y fascinada con la idea del poder, decidió convertirse en la amante del rey Luis XIV, desbancando en ese puesto a Louise de La Vallière (1644-1710), con la que el Monarca había tenido cinco hijos. La Marquesa supo seducir al Rey y al poco tiempo se convirtió en la mujer más poderosa de la Corte, dando lugar al llamado Reino de la Montespan. Con Luis XIV llegó a engendrar siete hijos, de los cuales tres serían más tarde legitimados. El Asunto de los venenos y la supuesta implicación de la Marquesa acabaron en cualquier caso con su supremacía en Palacio, siendo sustituida por Madame de Maintenon (1635-1719).
Aún hoy en día la participación de la Marquesa en la trama de videntes y ponzoñas que es el Asunto de los venenos es puesta en duda. En especial, se considera rocambolesca su intervención en la confabulación para terminar con la vida del Rey, al que Montespan parecía querer sinceramente y que siempre se portó con magnanimidad tanto con ella como con sus hijos, a los que terminó dando su apellido y títulos nobiliarios. Algunas fuentes apuntan a que tras el supuesto plan de regicidio se escondería Mademoiselle des Œillets (1637-1687), otra de las amantes del Monarca, mucho menos beneficiada de su relación con el Soberano —tuvo con él una hija, si bien nunca reconocida— que la Marquesa.
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En cualquiera de los casos las acusaciones contra la Marquesa de Montespan nunca fueron probadas, quizás por la intervención del Rey que siempre dudó del testimonio de La Voisin en relación a su amante. Sin embargo la relación con el Soberano se enfrió de forma evidente, en parte por el consejo de los asesores del Monarca, contrarios a que la Marquesa siguiera residiendo en Palacio.
Mientras 36 personas —videntes y simples súbditos— involucradas en el caso fueron ejecutadas, los miembros de la Corte fueron exonerados de culpa discretamente con la esperanza de enmascarar el mayúsculo escándalo, que perjudicaba de manera grave a la imagen de la Monarquía, al asociar a ésta con la superchería y las maquinaciones más tenebrosas. La Marquesa en consecuencia fue confinada en el convento de las Hijas de San José en París donde vivió el resto de su vida, dedicada a la caridad —el Rey le había otorgado una pensión de medio millón de francos—. Moriría en 1707 a los 65 años de edad después de largos años de ostracismo.