Junto a su madre©GettyImages

Pediatría

¿Por qué debemos enseñar a los niños a lavarse las manos desde pequeñitos?

Es fundamental para que gocen de una buena salud y estos son los motivos

Lavarse las manos debería ser un acto rutinario y repetido adquirido desde la primera infancia para preservar y prevenir múltiples enfermedades infecciosas y para evitar contagios provocados por virus, bacterias, hongos y/o parásitos. El lavado de manos es un hábito principal en la higiene de los niños y de los adultos y debería ser indispensable en determinadas actividades humanas.

Claves en torno a la higiene infantil

La higiene infantil tiene como fin proteger el cuerpo del niño de los agentes nocivos e infecciosos mediante el aseo y la limpieza corporal y no solo debe estar limitada al cuidado de la piel y del cabello, sino al cuidado y la protección de los órganos de los sentidos, a la higiene alimentaria, a la higiene buco-dental, a la higiene postural y a muchas otras facetas que le procuran protección, bienestar y defensa contra las agresiones externas y las infecciones por microorganismos.

Crear buenos hábitos de higiene en los niños es una labor de larga duración en su educación. Basada en los consejos, en el ejemplo y en lo que ve, el niño va adquiriendo costumbres saludables de higiene en el hogar a través de sus padres, en la escuela a través de sus maestros y educadores y en la consulta del pediatra a través de consejos y recomendaciones del profesional médico.

El niño percibirá con el tiempo que los buenos hábitos de higiene le proporcionan satisfacción, bienestar, placer y mejor salud, por lo que una vez aprendidos los necesitará y no los dejará de practicar a lo largo de su vida futura.

En el lavabo©GettyImages

Hábitos de higiene más frecuentes en la infancia

Dependiendo de la edad de cada niño, los hábitos de higiene van cambiando y pueden ser enseñados y aplicados no solamente para mantener una buena higiene, sino también para que estas acciones y estas conductas sean formativas y se conserven a lo largo de su vida adulta.

  • Baño diario en las primeras semanas y meses de vida, con posterior cambio a ropa limpia interior y exterior.
  • Ducha diaria, generalmente matutina, cuando son más mayorcitos.
  • Lavado de manos con agua y jabón al entrar en casa, antes de comer o manipular alimentos, después de ir al baño y siempre que estén manchadas o sucias.
  • Cepillado de dientes con pasta dentífrica después de cada comida.
  • Cuidado y limpieza de las uñas.
  • Cambios periódicos frecuentes de calcetines y ropa interior.
  • Mantener limpio su entorno y usar pañuelos de papel desechables.

¿Cómo deben lavarse las manos los niños?

Lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón o con líquido desinfectante para manos puede parecer algo sin trascendencia, pero tiene una enorme importancia para disfrutar de una buena salud.

La mejor forma de aficionar a lavarse las manos a los niños es que vean a sus padres hacerlo con frecuencia, y que estos se muestren felices y contentos al hacerlo. Para que un niño disfrute lavándose las manos no está demás usar jabones especiales que produzcan espuma, que tengan buen olor o que juegue y cante con sus padres cuando lo realicen.

El lavado de manos debe durar al menos durante veinte segundos. La forma de realizarlo correctamente es sencilla y, por ser repetida con frecuencia, muy conocida:

  • Abrir el grifo del lavabo, mejor con agua tibia.
  • Mojar las manos y una vez húmedas poner el jabón en la palma de una mano.
  • Frotar una palma contra la otra y refregar sus superficies incluyendo las zonas interdigitales y ambas muñecas, al menos durante veinte segundos.
  • Enjuagar las manos bajo el chorro de agua.
  • Secar las manos con una toalla limpia o mejor con papel desechable.

Recordar que el lavado frecuente de manos y, sobre todo, en determinadas circunstancias (antes de comer, después de usar el baño, después de contactos externos al hogar) es una conducta muy beneficiosa para la salud, pues disminuye de forma notable las infecciones por virus, bacterias y otros microorganismos. Dado que las manos del niño, además de tocar el exterior, toca con ellas partes de su cuerpo como la boca, los ojos o la piel, pueden ser ellas las que transportan estos elementos extraños y nocivos a otras partes vitales de su organismo.

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