Tallín ha cumplido. La bella ciudad de Estonia respiró tranquila al ver cómo todo el trabajo realizado había tenido su fruto en una edición del Festival, caracterizada por la calidez y la profesionalidad en la retransmisión. Cuando los presentadores del acto, la mezzosoprano Annely Peebo y el actor Marko Matvere, se subieron al escenario a las nueve en punto, hora española, todo parecía indicar que la 47 edición de este festival iba a ser muy especial. Y así fue. El teatro Saku Suurhall, lleno a rebosar por un público entusiasta que no paró de ovacionar a los participantes, se decoró con un juego de luces intermitente.
Uno a uno los participantes dieron lo mejor de sí mismos. Ahí, frente a un patio de butacas repleto y sabiendo, además, que eran millones las personas que seguían las inflexiones de su voz desde los salones de miles de hogares de toda Europa. Mientras que los españoles defendían a ultranza la voz, y el carisma, de su Rosa de España, el grupo sueco Afro-dite, favorito en la mayoría de encuestas que circulan por internet, defendió su canción con energía, aun a pesar de haber sido acusado de plagio. En concreto se dijo que la letra de su tema era prácticamente igual a una de Melina Mercuri. Y aunque el gabinete de crisis del Festival desestimó la denuncia algo de recelo ha ocasionado esta información.
No obstante, este festival nos ha devuelto, un año más, el aroma de la canción de verano y del ritmo desenfadado, de la mano de agrupaciones tan curiosas como la propuesta por Eslovaquia. Un trío de drag queens, con uniforme rojo de azafatas, que han hecho bailar, y divertirse al público.
Acabó la gala con la repetición de los mejores momentos. Pudimos escuchar de nuevo, desde el último participante, el lituano Aivaras, hasta el primero, los jóvenes chipriotas, a todos aquellos que hicieron de la noche del 25 de mayo una velada brillante.