Hoy más que nunca nuestras mascotas han llegado a convertirse en parte de nuestra familia, especialmente en los entornos urbanos, donde la interrelación de perros, gatos y humanos se podría equiparar fácilmente con la relación que tenemos con hijos o familiares muy cercanos. Esto hace que veamos en ellos una continuación de nuestros hábitos y surjan situaciones de “humanización”, especialmente de los perros, y no sólo en su vestimenta, sino también en la alimentación.
La principal diferencia entre los perros y los gatos es que éstos primeros no son carnívoros estrictos, es decir, aunque su alimentación se define como carnívora, pueden alimentarse de otros ingredientes o nutrientes distintos, de origen vegetal, aunque no de manera principal. Los gatos, por el contrario, son más exclusivos en cuanto a su dieta y si ésta no es de origen animal la rechazarán, y no sólo eso, sino que además su organismo no está preparado para digerir ciertos nutrientes vegetales y de integrarlos en su dieta esto podría derivar en problemas de salud.
Dietas de moda, concienciadas y naturales, ¿pero también para perros?
Con los perros, por tanto, se ha abierto la veda a poder darles otros alimentos y experimentar con dietas que están más cerca de la decisión y hábitos recientes humanos que de lo que un animal estaría dispuesto a comer si se les preguntara. Estamos hablando sobre todo de las dietas veganas y paleo.
En ambos casos entramos en el controvertido territorio de las elecciones personales, la concienciación sobre el medio ambiente, la lucha contra los procesados y el bienestar animal.
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Perros veganos
Un perro, teóricamente puede mantener una dieta del 60% carne y un 40% de verdura, sin embargo existen dueños que han reducido a cero el aporte de origen animal, y han complementado todos los nutrientes con ingredientes de origen vegetal: maíz, arroz, soja remolacha, etc… Además de reducir drásticamente la ingesta de nutrientes animales, se trata de que esta dieta vegana se base en alimentos frescos.
Sin embargo, lo cierto es que los perros necesitan aportes de taurina, arginina y tirosina, que no están presentes en los productos de origen vegetal, además de que este tipo de alimentación puede producir mayor inflamación en ellos. Aquí entramos en un conflicto: ¿para complementar los nutrientes que el perro no adquiere con los alimentos veganos es coherente complementarlos con aportes químicos?
Una de las demandas de la alimentación vegana para los animales es volver a un planteamiento casero, no procesado, ni intervenido por una elaboración profesional. Sin embargo, para conseguir un perfecto equilibrio de nutrientes y no perjudicar al organismo del can es necesario un seguimiento profesional y un trabajo muy estricto de compensación que difícilmente se puede realizar desde el hogar.
Perros 'paleo'
El término correcto si hablamos de dieta paleo aplicada a mascotas sería BARF, que es el acrónimo en inglés de “comida cruda apropiada biológicamente”. Esta tendencia se basa en que la dieta primitiva de los cánidos estaba basada en alimentos crudos, y así se alimentaron durante siglos los lobos y perros salvajes.
Son muchas las justificaciones a esta dieta, entre otras se tiene en cuenta que el calor utilizado para cocinar los alimentos acaba con muchos de sus nutrientes. Por otro lado, los alimentos secos (los piensos) son ultraprocesados químicos que contienen un complemento vegetal que los seguidores de la dieta BARF rechazan. Además, los defensores de esta dieta suelen explicar que la comida procesada produce enfermedades, como cáncer e infecciones bacterianas en las encías, pues no forman parte de las necesidades naturales de los animales, en concreto de los perros.
Sin embargo, desde un punto de vista dietético, una alimentación canina basada únicamente en carne cruda, vísceras y huesos puede desencadenar graves problemas de salud. Por un lado, las vísceras provocan adicción, y una ingesta continuada puede provocar calvicie, dolores articulares y vómitos. Además, una dieta solo basada en carne impediría la ingesta de hidratos de carbono, y limitaría el acceso del calcio y las vitaminas A y D.
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Preguntas éticas, animalistas y medioambientalistas
Entramos en un debate intenso sobre los límites de la domesticación animal: ¿es ético cambiar la naturaleza alimentaria de un animal? ¿Es más ético no perpetuar el comercio de productos animales que cambiar la alimentación propia de un animal naturalmente carnívoro? ¿Sería igualmente cruel hacerles vivir en pisos, prohibirles hacer sus necesidades cuando desean, esterilizarlos…? ¿Cambiarles la dieta no sería solo un paso más de esa domesticación, con la misma relevancia que el resto de modificaciones de su comportamiento y hábitos?
Según la nueva Ley de Bienestar Animal, y la ley de protección animal que rige desde hace décadas en Reino Unido: es delito modificar o condicionar en exceso el comportamiento natural e intrínseco de las mascotas en las cuestiones más primarias, por ejemplo: no permitiendo que hagan sus necesidades, limitando el acceso prolongado a la luz natural y al aire exterior… La interpretación de las leyes es muy flexible, pues no especifican realmente qué derechos tienen los animales a alimentarse bajo su esquema alimentario “habitual”. ¿Podría acabar siendo delito alimentar a los perros sin nutrientes de origen animal?
Lo cierto es que el sentir popular de los veterinarios y expertos en salud animal determina que las dietas veganas y BARF no son adecuadas para los perros, si bien pueden alcanzar cierto equilibrio general y equipararse a una dieta carnívora “de pienso”. Existen altas probabilidades de que en algún momento estas dietas produzcan un daño interno al animal, inflamación o cambios agresivos en su metabolismo.