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Los alimentos ricos en hidratos (como, por ejemplo, la pasta) son la principal fuente de energía para el organismo.
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La falta de información y la, en ocasiones, ‘mala prensa’ de la que han sido objeto han hecho que los alimentos ricos en hidratos de carbono (frutos secos, cereales, legumbres, tubérculos, pasta, pan...) sean eliminados de la dieta bajo la creencia de que engordan en exceso. Y, aunque es cierto que su consumo en altas cantidades puede generar problemas de salud (obesidad, exceso de colesterol, diabetes...) también lo es que sin la presencia de esos carbohidratos en la dieta, ésta jamás será sana y equilibrada.
Lo importante es, por tanto, tener en cuenta las cantidades; según los expertos, los hidratos deberían representar alrededor del 50% de nuestro aporte energético diario (el doble, por ejemplo, que de proteínas). De esta forma, el organismo utilizará la glucosa presente en esos hidratos como principal fuente de energía para funcionar (no por casualidad, son conocidos como el combustible del cerebro y del sistema nervioso).
De este modo, los hidratos se convierten en elementos imprescindibles para mantener constantes los niveles de azúcar en sangre y para reemplazar las reservas de glucosa gastada (algo especialmente importante en el caso de quienes practican algún deporte o actividad física de forma regular). Además, los alimentos ricos en carbohidratos cuentan con la ventaja de que resultan particularmente saciantes.
Eso sí, tal y como decíamos al principio, una cantidad muy elevada de hidratos sí sería perjudicial, ya que el exceso de glucosa que el organismo obtiene de ellos y que ya no necesita queda ‘flotando’ en la sangre y se convierte en grasa que será almacenada. De modo que, como ocurre casi siempre (no sólo en las cuestiones de nutrición) la virtud la encontraremos en el término medio.
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