Algunos la recordarán como una de aquellas bellezas de la era de Cindy Crawford, que en los años ochenta comenzaron a ser reconocidas como supermodelos. Esta californiana de impactantes ojos azules, Kathy Ireland, fue la única que llegó a aparecer 13 veces consecutivas en el mítico número de trajes de baño de Sports Illustrated, entre 1984 y 1996.
Hasta ahí creíamos que la “top” había hecho historia. Pocos imaginaban que detrás de esa cara bonita se encontraba una inteligencia prodigiosa y un verdadero monstruo de los negocios, que la han llevado a convertirse en una de las reinas del hogar estadounidense tras haber levantado un imperio que abarca desde pomos de puertas, sillas y maquillajes, hasta mobiliario de oficinas, alfombras o azulejos. Eso sí, todo bajo su nombre. Ahora, Kathy ha reaparecido sorprendiendo al mundo entero con una portada en la revista Forbes, “De supermodelo a superempresaria”, al haberse convertido a lo largo de los últimos quince años en la modelo más rica de la Historia. Las ventas que genera su marca han superado ya a la mismísima Martha Stewart. Pero ¿cómo ha conseguido esta modelo de bañadores construir un imperio que solo durante el año pasado ha facturado 2.000 millones de euros? Kathy, la trabajadora incansable, nos recibe en su casa de Montecito, en Santa Bárbara, California. Allí nos concede esta íntima e impactante entrevista para ¡HOLA!
Durante la entrevista recuerda que llegar hasta donde ha llegado ha sido a base de esfuerzo: “Al comienzo de mi empresa dormíamos en los aeropuertos para ahorrar. Cualquier cosa material de la que tengas que prescindir para poder construir tus sueños no es un sacrificio, es una inversión inteligente”. Al margen de su trabajo, reconoce que el mayor logro de su vida es su familia. “Llevo casada 24 años y el logro del que me siento más orgullosa es mi familia. El nacimiento de cada uno de mis tres hijos ha sido la mayor bendición de mi vida”.
Al contrario de lo que pueda parecer, no todo ha sido un camino de rosas para esta bella empresaria: “He tenido momentos difíciles, como cuando no encontrábamos a mi marido, a punto de morir de hipotermia en el mar, o el accidente de coche que me dejó prácticamente irreconocible”. Y añade: “Pero de nuevo hubo un final feliz, así que no nos queda más que estar muy agradecidos.
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