Si no fuera por los vaivenes de un sentimiento llamado amor (¡ay!, el amor), Taylor Swift podría ser considerada, casi, casi, la mujer perfecta. Guapa, rica y famosa, esta reina del pop, a sus 28 años, ha conseguido convertirse (guste más o guste menos) en una de las grandes de la música, como lo atestiguan sus, nada más y nada menos, diez premios Grammy o récords tan inimaginables como haber vendido 1,3 millones de copias del disco 1989 en tan solo una semana tras haberse puesto a la venta en EEUU. Y ello sin contar los 22 Billboard Music Award, los 6 MTV Music Award o los 10 People`s Choice Award... ¡Ahí es nada!
Pero sus logros no se circunscriben solo a la música y al éxito de sus pegadizas canciones; en el año 2014 la revista Time la nombró mujer del año y en 2015 la vimos en el primer puesto de la lista que elabora la revista Forbes con los menores de 30 años que más dinero ingresan al año.
UNA 'BUSINESS WOMAN' EN TODA REGLA
Y es que no hay que perder de vista que, a pesar de su juventud y tras ese look de ‘niña buena’ (aunque hemos visto como la cantante está intentando romper con esta imagen), hay una auténtica mujer de negocios, que controla su imagen y carrera a la perfección. Casi podría decirse que Taylor Swift ha sido capaz de amasar no solo una fortuna, sino también una legión de incondicionales fans (solo hay que echar un vistazo a Instagram con sus más de ¡39 millones de seguidores!) que le demuestran diariamente lo mucho que la admiran.
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Y ese sentido innato para los negocios parece ser que no solo se circunscribe a su carrera musical, sino que lo demuestra también a la hora de invertir todo el dinero que gana gracias a su profesión. Y es que la cantante lleva ya tiempo invirtiendo la mayor parte de sus ganancias en propiedades inmobiliarias ubicadas en Nueva York, Rhode Island, Nashville o Los Ángeles; precisamente en esta última es donde se encuentra su más reciente adquisición: la mansión que el productor cinematográfico Samuel Goldwyn (cofundador de los famosos estudios Metro-Goldwyn-Mayer) tenía en Beverly Hills (Hollywood).
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UNA MANSIÓN CON MUCHA HISTORIA
Esta impresionante mansión fue construida en 1934 por Samuel Goldwyn y su segunda mujer, Frances Howard. A la muerte del productor, acaecida en 1974, pasó a ser propiedad de la familia hasta que en 2015 Taylor Swift compra la propiedad por la nada despreciable cifra de 23.397.556 de euros. Consciente del valor histórico de la casa y del significado que tiene dentro del séptimo arte, la cantante ha estado trabajando durante el pasado año, mano a mano, con los arquitectos a quienes encargó el proyecto de rehabilitación para recuperar la imagen de la vivienda y acondicionarla con los mismos detalles y piezas de su año de construcción.
La propiedad tiene algo más de 1.000 metros cuadrados, consta de 7 dormitorios y 10 cuartos de baño; una sala de juegos, una sala de proyección, una biblioteca, una suite de invitados con entrada privada en el primer piso de la casa y un apartamento de invitados adicional construido encima del garaje. La propiedad está rodeada por preciosos jardines que se han rehabilitado para conservar el mismo diseño y especies vegetales que existian en los años 30; además cuenta una piscina, una pista de tenis y un gimnasio con spa donde ponerse en forma, relajarse o recibir algún tratamiento de belleza.