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El enlace, el primero de los hijos de los Reyes de España, reunió a más de 1.500 invitados (para ser más exactos 1.513 que se acomodaron en los 179 y 484 sillas dispuestas para la ocasión en la Catedral de Sevilla), de los cuales más de 300 eran miembros de 38 Familias Reales. En la imagen la tradicional foto de familia con los contrayentes en el centro
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La reina doña Sofía, vestida de gasa azul, con zapato y bolso del mismo color y mantilla española, del brazo de su hijo el príncipe Felipe, que llevaba el traje de gala de teniente de Navío, con cuatro condecoraciones al pecho




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19 FEBRERO 2004
Sevilla entera se echó a la calle y lució sus mejores galas. No hubo balcón del que no colgara un mantón de Manila, una bandera de España o una guirnalda. En las calles, sevillanas, palmas, arte, colorido y gritos de ‘guapa, guapa’ para la Infanta. Hubo jolgorio, luz, color y ritmo del que sólo los andaluces son capaces de organizar. La soberbia Giralda, emblema de la ciudad, engalanada como nunca antes se había visto, más de siete kilómetros de calles repletos de guirnaldas y banderas con los perfiles de los contrayentes, rojas y amarillas, blancas y azules... todo para recibir a la infanta Elena y don Jaime de Marichalar.

Los invitados
El enlace, el primero de los hijos de los Reyes de España, reunió a más de 1.500 invitados (para ser más exactos 1.513 que se acomodaron en los 179 bancos y 484 sillas dispuestas para la ocasión en la Catedral de Sevilla), de los cuales más de 300 eran miembros de 38 Familias Reales. Además asistieron representantes de las instituciones del Estado y de la sociedad civil.

A las doce del mediodía, salía del hotel Alfonso XIII, (donde se alojó el novio, su familia, y la mayoría de los miembros de las casas reales invitadas) don Jaime de Marichalar, serio y aunque bastante tranquilo –por lo menos en apariencia- del brazo de su madre y madrina, Concepción Saénz de Tejada. A la llegada a la Catedral de Sevilla, madre e hijo besaron la cruz de oro que les ofreció el deán, quien estaba vestido con su impresionante ropaje de gran ceremonia.

El cortejo nupcial
Media hora más tarde el cortejo nupcial abandonaba el Alcázar de Sevilla, donde la infanta Elena se había vestido. Por la puerta del León y con los alabarderos como punta de lanza salieron el infante de Calabria y su esposa; los duques de Soria; la infanta doña Pilar y su hijo Bruno; la infanta Cristina –de traje rojo- con su primo Juan Gómez Acebo y tras ellos la reina doña Sofía, vestida de gasa azul, con zapato y bolso del mismo color y mantilla española, del brazo de su hijo el Príncipe Felipe, que llevaba el traje de gala de teniente de Navío, con cuatro condecoraciones al pecho.



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