Ahora, después de haber descendido el Nilo en piragua, haber cruzado el Mediterráneo (de Montecarlo a Túnez) en una tabla de windsurf, haber atravesado España y parte de Marruecos en ultraligero, haber convivido con una comunidad indígena de las islas Fidji, haber viajado al Polo Norte o atravesar los océanos en balsas fabricadas con juncos, está a punto de iniciar otra nueva aventura, igualmente apasionante: su vida en común con la princesa [Kalina de Bulgaria] (hija menor del rey Simeón de Bulgaria) en quien ha encontrado una persona que, como él, ama por encima de todo la libertad y huye de los convencionalismos establecidos.
Como suele suceder en estos casos, su pasión por la aventura comienza a fraguarse en su infancia, especialmente después de que a los 14 años leyera el libro de Thor Heyerdahl, La expedición de la Kon-Tiki, donde este famoso explorador y aventurero noruego defendía que las islas de Oceanía fueron pobladas por indígenas americanos y no por pueblos de sureste asiático, gracias a sus avanzadas técnicas de navegación.
Tan fascinado se sintió el joven Kitín por los planteamientos de este autor que desde entonces se convirtió en su discípulo más aventajado, y con 26 años se lanzó a demostrar al mundo las teorías de su maestro; eso sí, mientras Thor se centró en las embarcaciones construidas con troncos de madera, Kitín se dedicó a investigar las posibilidades de navegación que tenían las embarcaciones construidas con juncos.
Fue así como surgieron las expediciones que más fama le han dado: en 1998, Uru, una travesía de 54 días entre Perú y Thaití; en 1995, Mata Rangi I, que zarpa de la isla de Pascua rumbo a Japón, pero no llega a concluir porque la balsa naufraga en medio de una tormenta; en 1997, Mata Rangi II, una expedición que parte del puerto de Arica (Chile) con la intención de llegar a la Polinesia, aunque nuevamente se ve truncada porque la balsa es devorada por un voraz molusco tropical, y en 2001 la Mata Rangi III, con la que pretendía atravesar el Atlántico, pero una fuerte tormenta en Cabo Verde (África) el 7 de enero de 2002, afectó gravemente a la embarcación y no pudo ver cumplido su sueño.
A pesar de todo, Kitín Muñoz es un luchador nato, y como ha demostrado a lo largo de su vida, no es un hombre que se deje vencer por las dificultades. Nómada, aventurero, amante de la naturaleza, explorador, investigador, son muchos los calificativos que le han dedicado a este hombre que, desde 1997, ejerce de embajador de buena voluntad de la Unesco por su contribución a extender un mensaje de paz, pluralismo racial y respeto a los pueblos indígenas. ¿Cuál será su próxima aventura?